Ya somos el olvido que seremos
Aunque nunca había hecho el ejercicio de hablar sobre un libro en el blog, esta vez la fuerza de las circunstancias me lo impone: hace mucho tiempo que un libro no me tocaba de forma tan contundente las fibras más sensibles. El olvido que seremos de Héctor Abad Faciolince es uno de los mejores libros que he leído, un libro escrito con un valor y una tenacidad más que envidiables. Contar de esta forma el asesinato de su padre debió ser un increíble reto para el autor que requirió una valentía que muy pocos tienen. El retrato que hace de un hombre que murió por tener unos principios nobles en un país con principios reprochables es desgarrador de principio a fin. Pero es también un retrato que nos deja ver que, aunque pocos, hay seres humanos en este país que están dispuestos a luchar por el bien de los demás.
Abad Faciolince nos muestra además el rostro del hombre de familia, del hombre que guió los primeros pasos del autor en este mundo, que lo educó con valores humanistas en una época de oscurantismo racional causado por la de siempre, la Iglesia Católica. El amor por su padre guia cada una de las páginas del libro, de la mano con la rabia y la indignación por el asesinato de ese hombre que buscó alguna pequeña rendija por donde entrara la luz a un país que no sólo estaba en oscuridad, sino que parece regodearse en la misma, aún hasta el día de hoy. Asesinato que, como muchos, se quedó en la impunidad.
El libro me afectó profundamente no sólo por el relato desgarrador, sino por el hecho de ver que la Colombia injusta, inequitativa, discriminadora, corrupta y violenta contra la que luchó Héctor Abad Gómez poco ha cambiado. Al pasar las páginas del libro no podía más que pensar que muchas de las cosas que tanto le hicieron daño al país en los setentas y ochentas y aún más atrás, como el narcotráfico, los paramilitares y demás, siguen estando presentes e incluso renacen con nuevos bríos. Nuevamente está amenazada la libertad de los colombianos para pensar y expresar eso que piensan, para defender sus principios. Y desafortunadamente la sociedad parece no darse cuenta de esta cuesta abajo en la que estamos; está en un adormecimiento causado por años y años de estar expuesta a una violencia barbárica, o aún peor, parece que hoy en día la sociedad parece estar del lado de los que creen que sólo una forma de pensar es válida y que los demás son sólo estorbos para el orden y el progreso del país.
Mirando hacia el futuro no deja de ser preocupante el hecho de que Colombia esté tan dividida como lo está hoy en día, en una polarización política con un carácter sectario, en el que no hay contradictores sino enemigos, paramilitares o guerrilleros, colombianos de bien o criminales. No deja de ser preocupante que los criminales bárbaros que son los paramilitares se consideren héroes que salvaron a la patria de la destrucción, y aún menos que gran parte de la población justifique lo que hacen estos señores. No deja de ser preocupante que una guerrilla obtusa, criminal y anacrónica siga atormentando al país y que haya gente que crea que existe algún proyecto político al interior de estas organizaciones criminales. Pero sobretodo, lo que más me preocupa es el hecho de que cada vez más se considere que pensar es de tontos y que lo único que cuenta es la acción (en este gobierno no hay tiempo para pensar, dijo un presidente por ahí).
Héctor Abad Faciolince cita en su libro una frase de Millán Astray, ilustrísimo general que hizo parte de ese nefasto invento que fue el franquismo. La frase nauseabunda que alguna vez pronunció este señor fue: "¡Viva la muerte! ¡Abajo la inteligencia! Esa frase seguro fue la consigna de los asesinos de Héctor Abad Gómez, como lo dice su hijo, y seguro lo sigue siendo, pues esos asesinos siguen hoy por ahí, rondando, y más fuertes que nunca, pues están aliados con las clases más poderosas de este país. Y representa lo peligroso que se ha vuelto en Colombia pensar distinto a quienes tienen ese poder. Con sólo ver los foros de las columnas de los periódicos se da uno cuenta de que la tolerancia no es precisamente patrimonio de los colombianos hoy en día (y creo que nunca lo ha sido). Avanzamos a pasos agigantados hacia tiempos de fanatismo, hacia tiempos en donde la realidad se presenta a los ojos en blanco y negro y el simplismo se apodera de todo, incluso del manejo del país. Pero, a pesar de lo que muchos creen, el país no es una finca y no está bien que lo manejen como tal. El mundo y la realidad son más complejas.
Pero no todo es pesimismo: al ver la figura de Héctor Abad Gómez, se ve que si bien es muy difícil, es posible escuchar a la razón y vivir de acuerdo a unos altos valores morales. Por lo menos para mí, que planeo vivir de decir lo que pienso, es triste, preocupante e incluso aterrador querer vivir de eso en un país intolerante y fanático, pero al leer El olvido que seremos se da uno cuenta que no se puede ser deshonesto con uno mismo y que hay que hacer lo que es correcto. Un aparte hermoso del discurso que dio Carlos Gaviria en el entierro de Abad Gómez es ilustrativa de lo inspiradora que es la vida de este hombre: "El apego de Héctor Abad Gómez a la idea altamente humanista del credo liberal, lo había hecho flexible y tolerante cuando ya sólo queda sitio para los fanáticos". Esperemos que los flexibles cada día seamos más, no menos.
Como ven, este libro no sólo nos habla de un hombre, nos habla de un país. Un país que desafortunadamente no ha aprendido de sus errores y que se sigue desangrando por las mismas heridas. La lectura de este texto está más que recomendada: no todos los días uno lee un libro capaz de hacer un nudo en la garganta y de mostrarnos la vida humana en su más desgarradora cara; de ponernos a pensar, en una época donde cada vez menos gente quiere pensar y más gente quiere impedir que otros piensen. Hoy más que nunca es necesario rescatar nuestra racionalidad, abandonar la infancia mental y empezar a pensar por nosotros mismos,* sin delegarlo en mesías falsos e ídolos con pies de barro.
*Eso es de Kant. Si les interesa, ahi está el enlace al texto ¿Qúe es la ilustración?
Abad Faciolince nos muestra además el rostro del hombre de familia, del hombre que guió los primeros pasos del autor en este mundo, que lo educó con valores humanistas en una época de oscurantismo racional causado por la de siempre, la Iglesia Católica. El amor por su padre guia cada una de las páginas del libro, de la mano con la rabia y la indignación por el asesinato de ese hombre que buscó alguna pequeña rendija por donde entrara la luz a un país que no sólo estaba en oscuridad, sino que parece regodearse en la misma, aún hasta el día de hoy. Asesinato que, como muchos, se quedó en la impunidad.
El libro me afectó profundamente no sólo por el relato desgarrador, sino por el hecho de ver que la Colombia injusta, inequitativa, discriminadora, corrupta y violenta contra la que luchó Héctor Abad Gómez poco ha cambiado. Al pasar las páginas del libro no podía más que pensar que muchas de las cosas que tanto le hicieron daño al país en los setentas y ochentas y aún más atrás, como el narcotráfico, los paramilitares y demás, siguen estando presentes e incluso renacen con nuevos bríos. Nuevamente está amenazada la libertad de los colombianos para pensar y expresar eso que piensan, para defender sus principios. Y desafortunadamente la sociedad parece no darse cuenta de esta cuesta abajo en la que estamos; está en un adormecimiento causado por años y años de estar expuesta a una violencia barbárica, o aún peor, parece que hoy en día la sociedad parece estar del lado de los que creen que sólo una forma de pensar es válida y que los demás son sólo estorbos para el orden y el progreso del país.
Mirando hacia el futuro no deja de ser preocupante el hecho de que Colombia esté tan dividida como lo está hoy en día, en una polarización política con un carácter sectario, en el que no hay contradictores sino enemigos, paramilitares o guerrilleros, colombianos de bien o criminales. No deja de ser preocupante que los criminales bárbaros que son los paramilitares se consideren héroes que salvaron a la patria de la destrucción, y aún menos que gran parte de la población justifique lo que hacen estos señores. No deja de ser preocupante que una guerrilla obtusa, criminal y anacrónica siga atormentando al país y que haya gente que crea que existe algún proyecto político al interior de estas organizaciones criminales. Pero sobretodo, lo que más me preocupa es el hecho de que cada vez más se considere que pensar es de tontos y que lo único que cuenta es la acción (en este gobierno no hay tiempo para pensar, dijo un presidente por ahí).
Héctor Abad Faciolince cita en su libro una frase de Millán Astray, ilustrísimo general que hizo parte de ese nefasto invento que fue el franquismo. La frase nauseabunda que alguna vez pronunció este señor fue: "¡Viva la muerte! ¡Abajo la inteligencia! Esa frase seguro fue la consigna de los asesinos de Héctor Abad Gómez, como lo dice su hijo, y seguro lo sigue siendo, pues esos asesinos siguen hoy por ahí, rondando, y más fuertes que nunca, pues están aliados con las clases más poderosas de este país. Y representa lo peligroso que se ha vuelto en Colombia pensar distinto a quienes tienen ese poder. Con sólo ver los foros de las columnas de los periódicos se da uno cuenta de que la tolerancia no es precisamente patrimonio de los colombianos hoy en día (y creo que nunca lo ha sido). Avanzamos a pasos agigantados hacia tiempos de fanatismo, hacia tiempos en donde la realidad se presenta a los ojos en blanco y negro y el simplismo se apodera de todo, incluso del manejo del país. Pero, a pesar de lo que muchos creen, el país no es una finca y no está bien que lo manejen como tal. El mundo y la realidad son más complejas.
Pero no todo es pesimismo: al ver la figura de Héctor Abad Gómez, se ve que si bien es muy difícil, es posible escuchar a la razón y vivir de acuerdo a unos altos valores morales. Por lo menos para mí, que planeo vivir de decir lo que pienso, es triste, preocupante e incluso aterrador querer vivir de eso en un país intolerante y fanático, pero al leer El olvido que seremos se da uno cuenta que no se puede ser deshonesto con uno mismo y que hay que hacer lo que es correcto. Un aparte hermoso del discurso que dio Carlos Gaviria en el entierro de Abad Gómez es ilustrativa de lo inspiradora que es la vida de este hombre: "El apego de Héctor Abad Gómez a la idea altamente humanista del credo liberal, lo había hecho flexible y tolerante cuando ya sólo queda sitio para los fanáticos". Esperemos que los flexibles cada día seamos más, no menos.
Como ven, este libro no sólo nos habla de un hombre, nos habla de un país. Un país que desafortunadamente no ha aprendido de sus errores y que se sigue desangrando por las mismas heridas. La lectura de este texto está más que recomendada: no todos los días uno lee un libro capaz de hacer un nudo en la garganta y de mostrarnos la vida humana en su más desgarradora cara; de ponernos a pensar, en una época donde cada vez menos gente quiere pensar y más gente quiere impedir que otros piensen. Hoy más que nunca es necesario rescatar nuestra racionalidad, abandonar la infancia mental y empezar a pensar por nosotros mismos,* sin delegarlo en mesías falsos e ídolos con pies de barro.
*Eso es de Kant. Si les interesa, ahi está el enlace al texto ¿Qúe es la ilustración?
ay si, el libro es muy bueno, a mi me encantó también, por las mismas razones que vos mencionas. yo recuerdo el día que lo mataron, tenía 10 años, mi mama era profe de la universidad de antioquia y sabía quien era el doctor abad y le parecía una gran persona. mi mamá lloró a pesar de no ser su amiga y ese día me di cuenta que en mi país a la gente la matan por querer hacer bien. y a veces, solo por ver caer.
ResponderBorrarbuena sugerencia! lo tendré en cuanta en la lista de libros para leer..
ResponderBorrar¿Un nudo en la garganta? Yo lloré a moco tendido. Buen análisis, compañero.
ResponderBorrarEl poderoso ivancho tiene su lado sensible, hay vainas que a uno lo tocan mas q otras, se puede escuchar con tranquilidad y sin sobresaltos la muerte de 20 personas con sierras electricas, pero asombrarse al ver a un man caerse de una bicicleta y hacerse un rasponsito
ResponderBorrarHabrá futuro, sin duda,
ResponderBorrarhabrà mañana
vendrá un país mejor
sin duda
en que podremos vivir
y pensar...
Ello será
cuando el amor
reine en nuestros corazones
empezando
por el amor
a nosotros mismos...
Bendiciones
Isaac
Este libro es realmente conmovedor esos que lo a dejan a uno sin palabras y con un dolor como pocos... pero como diría Villoro también nos enseña uno de esos defectos díficiles de aceptar en los demás...el exceso de bondad...
ResponderBorrarMuy buen ensayo.
ResponderBorrarRecién descubro a Hector Abad Faciolince y me encanta...
Arriba la literatura colombiana!
Muy buen ensayo.
ResponderBorrarRecién descubro a Hector Abad Faciolince y me encanta...
Arriba la literatura colombiana!
Un libro que ha marcado mi historia y la ha dividio en dos... no hay que guardarlo en la lista para leer, hay que empezar desde ya... me encanta ese autor, es mi favorito colombiano, además su libro Angosta también hace una fuerte ilustración de nuestro triste país, lo recomiendo...
ResponderBorraraahhh se me olvidaba, excelente ensayo....
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