Prohibido
Prohibir es siempre la primera opción. Cuando cualquier cosa se vuelve un problema para la sociedad, especialmente una tan conservadora como la colombiana, prohibir es lo primero que se viene a la cabeza de aquellos que legislan. Es lo que parece más fácil: impedir que ese elemento pernicioso sea de acceso libre y usar la fuerza para apresar y corregir a los que osan desviarse del camino del bien y de las buenas costumbres.
Pero no es así. Prohibir será la primera opción, pero no siempre es la mejor. De hecho, casi nunca lo es. Y ahora surge de nuevo la iniciativa de penalizar la dosis mínima de droga. Si algo ha quedado demostrado en estas largas décadas de lucha a sangre y fuego contra las drogas, es que la prohibición en nada disminuye el consumo; que la ilegalidad de las drogas no las hace menos accesibles para la gente; que prohibir y castigar su consumo lo único que ha logrado es que la violencia y la corrupción se disparen y lleguen a alturas olímpicas ( o a profundidades infernales: como ustedes quieran). Hacer que la dosis mínima sea ilegal no conseguirá nada contra el tráfico de drogas. Lo único que alcanzará es un recorte más a las libertades individuales y hacer del consumidor un delincuente de este negocio, cuando los verdaderos pillos son los que la pasan por las fronteras y acumulan cantidades obscenas de dinero. El consumidor es apenas el último eslabón de esa cadena. Y el más débil.
Este ataque a la dosis mínima es sólo una muestra más de esa forma de gobernar que cree que papá Estado debe protegernos de nosotros mismos, porque los ciudadanos de a pie somos incapaces de saber aquello que nos conviene y lo que no. Esta forma de gobernar asume una insuficiencia mental de la gente para discernir qué puede hacer con su cuerpo y qué no. Y papá Estado, en su magnificencia e infinita sapiencia, sí sabe la diferencia entre el bien y el mal, por lo que nos prohibe dañar nuestro cuerpo, nuestras "carnitas y huesitos". Hemos usado mal nuestra libertad, así que debemos ser castigados. En cambio los verdaderos delincuentes entran a las casas prestantes por los sótanos, con recibimientos de agasajo.
Ilógico desde todo punto de vista. La penalización de la droga lo único que logra es que ésta sea más costosa en las calles, lo que redunda en que los narcotraficantes intenten comerciar con más droga, logrando acumular mayores fortunas. Y a un adicto se le podrá quitar su adicción a la droga, pero difícilmente se le quitará a un traqueto su adicción a la plata fácil y a los numerosos ceros a la derecha en las cuentas bancarias. Esa es una adicción que probablemente no desaparecerá.
Además, teniendo en cuenta el neoliberalismo a ultranza que profesa el gobierno colombiano, es contradictoria esa penalización: este sistema busca minimizar en la mayor medida posible el tamaño del Estado, para que el costo de su mantenimiento sea más bajo. Para ello se fusionaron ministerios y se despidieron bastantes trabajadores. Hay que gastar menos dinero y privatizar lo que más se pueda. Ahora bien, el proyecto de ley que busca castigar la dosis mínima propone que los que sean atrapados con droga en pequeña cantidad no sean encarcelados, sino que ingresen a un tratamiento médico en busca de curar su adicción.Tratamiento que va a pagar... el Estado. No muy consecuente, si me preguntan. ¿Al fin qué: menos gasto o más gasto? Si a todo aquel que capturen consumiendo marihuana el Estado le va a pagar el tratamiento, esto se va a quebrar más rápido que un huevo en una prensa hidráulica.
Todo este embrollo de la penalización es sólo una expresión más de esa moral estúpida que aqueja a este país y su gobierno. Creer que castigar la dosis mínima va a acabar con el problema de la droga, o tan siquiera disminuirlo, es ingenuo. El acceso a la droga no será menor, su fabricación no disminuirá y ésta seguirá fluyendo como río a través de las fronteras del mundo entero. Es hora de replantear la lucha contra las drogas. También es tiempo de darse cuenta que cosas como esta son expresiones de un autoritarismo que atenta contra las más mínimas expresiones de las libertades individuales de los colombianos. Cada quien es libre de hacer de su trasero un candelero, como dicen por ahí, y no podemos pensar que el Estado debe ser un vigilante eterno de las decisiones personales, tales como consumir cualquier droga. Después seguirán el aspecto físico, las costumbres culinarias o los gustos sexuales y quién sabe que más, hasta llegar a una realidad de aspecto orwelliano.
Tanta prohibición sólo lleva a una mayor curiosidad. La prohibición gringa del alcohol sólo logró extender su consumo. Tal vez suceda lo mismo con las drogas ilegales (porque el alcohol y el cigarrillo son drogas, sólo que legales). La guerra que vivimos, y de la cual el narcotráfico es uno de los principales combustibles, lo último que necesita es más violencia desatada por las drogas y la lucha contra ellas. Prohibir, prohibir y prohibir es el arte de los autoritarios. En un país como este, con la historia que tiene y que nadie suele recordar, en lugar de la dosis mínima, lo que debería estar prohibido, como dice la canción de Rubén Blades, es olvidar.
Prohibieron ir a la escuela e ir a la universidad.
Prohibieron las garantías y el fin constitucional.
Prohibieron todas las ciencias, excepto la militar.
Prohibiendo el derecho a queja, prohibieron el preguntar.
Hoy te sugiero, mi hermano, pa' que no vuelva a pasar,
¡Prohibido olvidar!
¡Prohibido olvidar!
Pero no es así. Prohibir será la primera opción, pero no siempre es la mejor. De hecho, casi nunca lo es. Y ahora surge de nuevo la iniciativa de penalizar la dosis mínima de droga. Si algo ha quedado demostrado en estas largas décadas de lucha a sangre y fuego contra las drogas, es que la prohibición en nada disminuye el consumo; que la ilegalidad de las drogas no las hace menos accesibles para la gente; que prohibir y castigar su consumo lo único que ha logrado es que la violencia y la corrupción se disparen y lleguen a alturas olímpicas ( o a profundidades infernales: como ustedes quieran). Hacer que la dosis mínima sea ilegal no conseguirá nada contra el tráfico de drogas. Lo único que alcanzará es un recorte más a las libertades individuales y hacer del consumidor un delincuente de este negocio, cuando los verdaderos pillos son los que la pasan por las fronteras y acumulan cantidades obscenas de dinero. El consumidor es apenas el último eslabón de esa cadena. Y el más débil.
Este ataque a la dosis mínima es sólo una muestra más de esa forma de gobernar que cree que papá Estado debe protegernos de nosotros mismos, porque los ciudadanos de a pie somos incapaces de saber aquello que nos conviene y lo que no. Esta forma de gobernar asume una insuficiencia mental de la gente para discernir qué puede hacer con su cuerpo y qué no. Y papá Estado, en su magnificencia e infinita sapiencia, sí sabe la diferencia entre el bien y el mal, por lo que nos prohibe dañar nuestro cuerpo, nuestras "carnitas y huesitos". Hemos usado mal nuestra libertad, así que debemos ser castigados. En cambio los verdaderos delincuentes entran a las casas prestantes por los sótanos, con recibimientos de agasajo.
Ilógico desde todo punto de vista. La penalización de la droga lo único que logra es que ésta sea más costosa en las calles, lo que redunda en que los narcotraficantes intenten comerciar con más droga, logrando acumular mayores fortunas. Y a un adicto se le podrá quitar su adicción a la droga, pero difícilmente se le quitará a un traqueto su adicción a la plata fácil y a los numerosos ceros a la derecha en las cuentas bancarias. Esa es una adicción que probablemente no desaparecerá.
Además, teniendo en cuenta el neoliberalismo a ultranza que profesa el gobierno colombiano, es contradictoria esa penalización: este sistema busca minimizar en la mayor medida posible el tamaño del Estado, para que el costo de su mantenimiento sea más bajo. Para ello se fusionaron ministerios y se despidieron bastantes trabajadores. Hay que gastar menos dinero y privatizar lo que más se pueda. Ahora bien, el proyecto de ley que busca castigar la dosis mínima propone que los que sean atrapados con droga en pequeña cantidad no sean encarcelados, sino que ingresen a un tratamiento médico en busca de curar su adicción.Tratamiento que va a pagar... el Estado. No muy consecuente, si me preguntan. ¿Al fin qué: menos gasto o más gasto? Si a todo aquel que capturen consumiendo marihuana el Estado le va a pagar el tratamiento, esto se va a quebrar más rápido que un huevo en una prensa hidráulica.
Todo este embrollo de la penalización es sólo una expresión más de esa moral estúpida que aqueja a este país y su gobierno. Creer que castigar la dosis mínima va a acabar con el problema de la droga, o tan siquiera disminuirlo, es ingenuo. El acceso a la droga no será menor, su fabricación no disminuirá y ésta seguirá fluyendo como río a través de las fronteras del mundo entero. Es hora de replantear la lucha contra las drogas. También es tiempo de darse cuenta que cosas como esta son expresiones de un autoritarismo que atenta contra las más mínimas expresiones de las libertades individuales de los colombianos. Cada quien es libre de hacer de su trasero un candelero, como dicen por ahí, y no podemos pensar que el Estado debe ser un vigilante eterno de las decisiones personales, tales como consumir cualquier droga. Después seguirán el aspecto físico, las costumbres culinarias o los gustos sexuales y quién sabe que más, hasta llegar a una realidad de aspecto orwelliano.
Tanta prohibición sólo lleva a una mayor curiosidad. La prohibición gringa del alcohol sólo logró extender su consumo. Tal vez suceda lo mismo con las drogas ilegales (porque el alcohol y el cigarrillo son drogas, sólo que legales). La guerra que vivimos, y de la cual el narcotráfico es uno de los principales combustibles, lo último que necesita es más violencia desatada por las drogas y la lucha contra ellas. Prohibir, prohibir y prohibir es el arte de los autoritarios. En un país como este, con la historia que tiene y que nadie suele recordar, en lugar de la dosis mínima, lo que debería estar prohibido, como dice la canción de Rubén Blades, es olvidar.
Prohibieron ir a la escuela e ir a la universidad.
Prohibieron las garantías y el fin constitucional.
Prohibieron todas las ciencias, excepto la militar.
Prohibiendo el derecho a queja, prohibieron el preguntar.
Hoy te sugiero, mi hermano, pa' que no vuelva a pasar,
¡Prohibido olvidar!
¡Prohibido olvidar!
uhm en el pais considerado el primer o estar entre los primeros tres productores de droga en el mundo, prohibir la dosis personal o admitirla es un dilema. Obviamente prohibir es algo un tanto ridiculo, prohibir cualquier cosa, ademas la legalizacion de la venta de droga ya de hecho esta prohibida aqui y en la mayoria de los paises del mundo, y claro eso es estupido, eso no quita que la gente compre y consuma, pero una cosas si esta clara y es que posiblemente la prohibicion hace que la gente consuma mas y eso es mejor para el negocio.
ResponderBorrarAdemas cuando se "prohibe" algo, lo que sea, siempre se hace con esa irrracionalidad o no explicacion de porque se hace, es muy diferente cuando a uno no lo dejan hacer algo con razones o argumentos coherentes, pero detras de la prohibicion siempre hay una "no explicacion", es decir un capricho de poder autoritario.
Hola Ivan, te dejo un saludo al margen del tema. (bueno, aunque te informo que en México se esta hablando de la legalizacion de la poseción de una dosis mínima de no se que droga.Te felicito por se alguien que "ha leído demasiado"solo que es 'en comparación con' porque nunca será demasiado el conocimiento. Date una vuelta por Monologando, mi blog. Me agradan mucho tus escritos. Gracias.
ResponderBorrarProhibir las drogas es el primer paso para aumentar la demanda, es una forma de hacer publicidad, es un obstáculo más para el desarrollo económico del país, es una cadena que nos amarra más a el conservadurismo de la sociedad, prohibir es tantas cosas... excepto la solución, si es que el consumo de drogas es un problema (y francamente, lo dudo).
ResponderBorrarExcelente texto hombre, me ha animado a escribir sobre el tema...
Un saludo desde Don Blog Pérez.
Muy buen análisis sobre este tema. La legalización de la droga es la salida a muchos problemas en este pais y penalizar la dosis minima es retroceder en logros. Muerte a un Estado paternalista y un viva al libre desarrollo de la personalidad (Derecho Constitucional).. La moral está dentro de la concepción de cada cual, nadie tiene la última palabra.
ResponderBorrarel debatico ese se va haciendo medio complejo, en la medida que la relación mojigatería/descaro ande.
ResponderBorrarpor mi parte creo que la cuestión de joderse o no joderse la existencia es un derecho fundamental, y pues que un puñado de legisladores se pongan en el cuento de corregirme mmm.
si no lo logró mi madre...
claro "joderse o no joderse la existencia es un derecho fundamental" lo que NO es un derecho fundamental es joderse la existencia y de paso jodersela a otros.
ResponderBorrarLa legislacion no pretende rehabiltar a nadie, claro esta, quiza ayudaria mas si se inventaran una ley que determine y decida de quien esta capacitado para tener o no un hijo, para que despues no tenga que "corregirle" la vida.