Chao, agüelo
"La vida de los muertos está en la memoria de los vivos"
Marco Tulio Cicerón
La vida cambia muy rápido. Hace unos días celebraba mi grado, ahora lamento con el alma la muerte de mi abuelo. Podría parecer que eso arruinó mi celebración, pero en realidad lo veo como que mi grado fue la última alegría de mi abuelo, y eso me reconforta mucho.
Tenía 72 años. Los últimos años compartí mucho tiempo con él, pues vivo en su casa, la casa de los abuelos. Tal vez por eso es más notoria su ausencia. Pero también es algo bueno, pues tengo muchos recuerdos de él y además puedo estar aquí, al lado de mi abuela, acompañándola, aun cuando ella es una de las mujeres más fuertes que he conocido en la vida. Ahora comienza una nueva etapa de nuestras vidas.
¿Qué se puede decir en momentos como este? Sería fácil caer en el panegírico exaltado, o incluso en la hagiografía, y no es eso lo que busco. Tan solo quiero hablar de mi abuelo, un hombre fundamental en mi formación, que me mostró muchas cosas y me enseñó todavía más. Aunque rara vez estábamos de acuerdo, puedo decir que las dicusiones con él me mostaron su forma de ser y me llevaron a entender la mía. Pocos se pueden dar el lujo de tener ese tipo de educación en su casa.
Voy a extrañar discutir; hablar en la mesa del comedor, o viendo el noticiero en el televisor de la sala, burlándonos de las brutalidades de los periodistas y quejándonos de los políticos de porquería de nuestro país. Van a hacer falta las anécdotas del abuelo, sus andanzas de joven con las que nos hacía reír; sus conocimientos enciclopédicos de música: boleros, rancheras, tangos: se sabía de memoria un montón de canciones, los nombres de cantantes y compositores. Él tiene mucho que ver en que a mí me guste esa música y no sea un fanático de los ritmos absurdos de hoy en día (entiéndase principalmente ese adefesio que es el reguetón), cosa que agradezco. Extrañaré sus juicios sobre el pasado de este país, incluso cuando decía que el de Turbay fue un buen gobierno (he ahí un punto de diferencia irreconciliable entre los dos); sus dichos tan particulares, especialmente uno que me gusta mucho y que trato de imponer en mi vida: "a mí no me gustan los problemas, pero tampoco les huyo". Bueno, son muchas las cosas que voy a echar de menos. Igual, recordarlas es lo importante.
Como todos, mi abuelo era un ser humano lleno de errores y falencias, y en su momento se le hicieron saber. Muchos de los choques que teníamos se debieron a ello. Más allá de eso, pienso en las cosas admirables de mi abuelo, como el hecho de que a pesar de no haber terminado la primaria, fuera mejor lector y mucho más culto que muchas personas con formación universitaria que conozco. En los últimos años poco podía leer por su vista, pero nunca dejó de tener un libro, así avanzara una o dos páginas al día. Además, a pesar de su obstinación y su edad, estaba dispuesto a dejarse enseñar todas esas cosas que aprende uno estudiando y comiendo libro. En comparación con lo que el me enseñó de la vida y demás, es poco lo que yo puedo haberle enseñado, pero me enorgullece ese pequeño aporte.
Admirable es también como sacó su familia adelante, su esposa, sus hijos. Hasta el último día de su vida respondió por su casa, casa en la que nos acogió a mi hermano y a mí en un momento muy difícil de nuestra vida. Él y mi abuela nos dieron un hogar cuando habíamos perdido el nuestro (gracias señores del banco). Nos ayudaron en los tiempos de estrechez económica. Siempre han estado ahí para nosotros, con el cariño, con un consejo. Esas son las deudas que nunca se acaban de pagar.
Sólo queda decirle que puede irse tranquilo, que su trabajo aquí quedó bien hecho. Ahora nos toca a nosotros, y puede tener la certeza de que a su vieja nada le va a faltar y que todos estamos aquí para ella. Su ejemplo de hombre trabajador y humilde está en sus hijos y nietos, y esperamos honrar ese ejemplo (porque era tan trabajador, que aunque estaba pensionado hace años, aún soñaba con la fábrica, lo cual era muy divertido).
Y bueno, pedirle que nos haga palanca para que todo nos salga bien a los que aquí nos quedamos.
Chao, agüelo, que el viaje sea venturoso. Siempre te vamos a querer y no podremos olvidar lo importante que fuiste para nosotros.
Turuí.
Tenía 72 años. Los últimos años compartí mucho tiempo con él, pues vivo en su casa, la casa de los abuelos. Tal vez por eso es más notoria su ausencia. Pero también es algo bueno, pues tengo muchos recuerdos de él y además puedo estar aquí, al lado de mi abuela, acompañándola, aun cuando ella es una de las mujeres más fuertes que he conocido en la vida. Ahora comienza una nueva etapa de nuestras vidas.
¿Qué se puede decir en momentos como este? Sería fácil caer en el panegírico exaltado, o incluso en la hagiografía, y no es eso lo que busco. Tan solo quiero hablar de mi abuelo, un hombre fundamental en mi formación, que me mostró muchas cosas y me enseñó todavía más. Aunque rara vez estábamos de acuerdo, puedo decir que las dicusiones con él me mostaron su forma de ser y me llevaron a entender la mía. Pocos se pueden dar el lujo de tener ese tipo de educación en su casa.
Voy a extrañar discutir; hablar en la mesa del comedor, o viendo el noticiero en el televisor de la sala, burlándonos de las brutalidades de los periodistas y quejándonos de los políticos de porquería de nuestro país. Van a hacer falta las anécdotas del abuelo, sus andanzas de joven con las que nos hacía reír; sus conocimientos enciclopédicos de música: boleros, rancheras, tangos: se sabía de memoria un montón de canciones, los nombres de cantantes y compositores. Él tiene mucho que ver en que a mí me guste esa música y no sea un fanático de los ritmos absurdos de hoy en día (entiéndase principalmente ese adefesio que es el reguetón), cosa que agradezco. Extrañaré sus juicios sobre el pasado de este país, incluso cuando decía que el de Turbay fue un buen gobierno (he ahí un punto de diferencia irreconciliable entre los dos); sus dichos tan particulares, especialmente uno que me gusta mucho y que trato de imponer en mi vida: "a mí no me gustan los problemas, pero tampoco les huyo". Bueno, son muchas las cosas que voy a echar de menos. Igual, recordarlas es lo importante.
Como todos, mi abuelo era un ser humano lleno de errores y falencias, y en su momento se le hicieron saber. Muchos de los choques que teníamos se debieron a ello. Más allá de eso, pienso en las cosas admirables de mi abuelo, como el hecho de que a pesar de no haber terminado la primaria, fuera mejor lector y mucho más culto que muchas personas con formación universitaria que conozco. En los últimos años poco podía leer por su vista, pero nunca dejó de tener un libro, así avanzara una o dos páginas al día. Además, a pesar de su obstinación y su edad, estaba dispuesto a dejarse enseñar todas esas cosas que aprende uno estudiando y comiendo libro. En comparación con lo que el me enseñó de la vida y demás, es poco lo que yo puedo haberle enseñado, pero me enorgullece ese pequeño aporte.
Admirable es también como sacó su familia adelante, su esposa, sus hijos. Hasta el último día de su vida respondió por su casa, casa en la que nos acogió a mi hermano y a mí en un momento muy difícil de nuestra vida. Él y mi abuela nos dieron un hogar cuando habíamos perdido el nuestro (gracias señores del banco). Nos ayudaron en los tiempos de estrechez económica. Siempre han estado ahí para nosotros, con el cariño, con un consejo. Esas son las deudas que nunca se acaban de pagar.
Sólo queda decirle que puede irse tranquilo, que su trabajo aquí quedó bien hecho. Ahora nos toca a nosotros, y puede tener la certeza de que a su vieja nada le va a faltar y que todos estamos aquí para ella. Su ejemplo de hombre trabajador y humilde está en sus hijos y nietos, y esperamos honrar ese ejemplo (porque era tan trabajador, que aunque estaba pensionado hace años, aún soñaba con la fábrica, lo cual era muy divertido).
Y bueno, pedirle que nos haga palanca para que todo nos salga bien a los que aquí nos quedamos.
Chao, agüelo, que el viaje sea venturoso. Siempre te vamos a querer y no podremos olvidar lo importante que fuiste para nosotros.
Turuí.
La verdad muy conmovedor. Es importante quedar con la conciencia tranquila al saber que uno compartió momentos con esa persona y que el cariño fue sincero.
ResponderBorrarEstoy de acuerdo en que deberiamos más bien agradecer y celebrar eso q tuvimos de quienes se fueron.
ResponderBorrarCuando murió una amiga, hace 2 años, me fue raro. Quise ponerme a reir, quizás xq era la última persona que pensé q moriría (y menos a los 27), pero nunca tuve tan claro que eso que vivimos fue lo q tenía que ser y nada más. Y la habíamos pasado bacano.
Te dejo con 2 de mis versos favoritos, mi mantra de las mañanas:
"for life's not a paragraph
and death i think is no parenthesis"
e.e. cummings
Pues puede ser triste la aprtida de un ser querido, lamentablemente su compañía es prestada, A veces sería bueno no acostumbrarse tanto a su presencia, para no sentir la ausencia cuando se vaya, pero no, lamentablenente nos toca llevar a cuestas lo que implica la muerte.
ResponderBorrarAfortunadamente quedan lios recuerdos y las enseñanzas, eso nunca se olvida y siempre se guardará con cariño en algún rincón del alma. Paz en su tumba para el aguelo, un buen homenaje después del fafarrón de tu grado. Afortunado él que murió feliz.
un saludo...
Hola Ivan, se cierra la vida y se abre el arcón de los recuerdos, que es tan delicioso aunque se acompañe de lágrimas de añoransa, risa, tristeza, por lo mucho que nos dejaron los güelos. Yo qusiera que todos aprovechen esos años de convivencia con los viejos, para aprender por montones, pero no todos les interesa hacerlo. Contigo, Blanca, tu lectora.
ResponderBorrarNo se vale hacerme llorar mientras estoy en la oficina!
ResponderBorrarTodo lo que escribes me recordo a mi abuelito, es muy conmovedor todo lo que escribes, y saber que los momentos vividos fueron realmente importantes, los grandiosos y los pequeñitos.
Saludos!
Qué bonito, mano. Fuerza.
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