Discurso

Mi hermanito (que mide como dos centímetros más que yo y de las tallas de cerebro que me lleva no hablo porque me pongo a llorar) se graduó como politólogo de la Universidad Nacional el viernes pasado. Le figuró pronunciar el discurso, y aquí lo voy a poner, porque el chino hijuemadre me hizo aguar el ojo.



Donde otros pueden sentir envidia, yo siento un orgullo inmenso por el hermano que tengo. Los dejo con sus palabras:



Al sentarme a escribir estas palabras inevitablemente llegan a la cabeza los relatos de algún escritor ruso, cuyo nombre vergonzosamente he olvidado, que reiteradamente retratan la figura del joven estudiante decimonónico que adelanta sus estudios universitarios en medio de carencias inimaginables por muchos de nosotros hoy en día. Mientras ese personaje tiene que trabajar día y noche en los peores oficios posibles, enfrentar unos quebrantos de salud que harían sonrojar incluso al descarado sistema de salud colombiano y recurrir a los préstamos de viejas usureras que no merecen más destino que un hachazo en el occipucio, la mayoría de nosotros contamos con el apoyo de nuestras familias para estudiar una carrera que incluso hoy, el día del grado, no sabemos para qué es que sirve.

Por eso, quisiera comenzar valorando y agradeciendo semejante esfuerzo por parte de nuestras familias. En mi caso particular, a mi papá y a mi mamá les agradezco, además del sacrificio que ha implicado costear mi subsistencia y mis caprichos, el nunca haberme dado las respuestas de la vida, sino el darme la libertad para salir a buscarlas; a mi hermano* y a mi hermana, el haber sido contrapartes de inteligentes discusiones, guías de formación y cómplices en los momentos de ocio y esparcimiento; a mis tíos y tías, el respaldo cuando las condiciones se tornaron adversas; a mi abuelita, la valiosa lección del compromiso desinteresado y de la entereza ante los momentos difíciles; y a mi abuelito**, quien lastimosamente no alcanzó a verme acá parado, tiritando de los nervios pronunciando este discurso, le agradezco el haberme dejado una valiosa enseñanza: que no son los títulos, sino los esfuerzos, los que hacen a las personas.... que a cualquiera le pueden decir doctor pero no señor.

Lo que no nos resulta ajeno a nosotros, al igual que a ese estudiante peterburgués perdido en las páginas de algún Dostoievski, un Gogol o un Tolstoi, es el hecho de vivir la debacle de una época. Nosotros, al igual que él, quedamos impávidos ante la perversión de una aristocracia retrógrada que mantiene sus lujos y su poder a costa de la expropiación de la tierra y el usufructo injusto del trabajo, y que mantiene el prestigio de sus apellidos tiñéndolos de sangre y censura.

Nosotros, al igual que él, nos resignamos a un Estado anquilosado, deseoso de sostener sus maltrechas estructuras y el estatus de los sectores de los cuales recluta a sus funcionarios y oficiales a través del recurso a la uniformidad, la supremacía, el patriotismo, la alevosía (...) ideas todas de una rimbombancia impresionante, pero completamente desprovistas de significado y con una capacidad de causar daño alarmante.

Nosotros, al igual que él, vemos ceder los principios y valores ante la seducción por el dinero fácil, el desprecio absoluto por las demás personas, la fascinación por la plastificación de los cuerpos y la mediocridad intelectual y los Estados de Opinión. Nosotros, al igual que él, quedamos inmersos en la turbulencia de violencia que se genera cuando se responde con represión, olvido y maniqueísmos a las necesidades de transformación que impone el devenir de la Historia.

Sombrío panorama. Aquel personaje literario se hubiera ya abandonado a sus tormentos y sus pasiones o estaría a punto de hacerlo. Sin duda alguna, cometería un crimen, se auto-condenaría al ostracismo, o se suicidaría sin mayores contemplaciones. La otra alternativa, por supuesto, sería rendirse ante la resignación y sintonizarse con la marea de los tiempos que dicta que el valor supremo de una sociedad es la seguridad y que su ideal máximo es la banalidad, y que para conseguir esos fines se justifican todo tipo de medios.

En los libros de ese olvidado escritor ruso, la narración llegaría con eso a su fin. Para nosotros, por el contrario, el relato hasta ahora comienza a escribirse. El título que vamos a recibir esta noche está lejos de ser simplemente el símbolo que nos acredita como poseedores de un conocimiento particular o el reconocimiento de un largo y arduo esfuerzo académico; lo que representa para nosotros, realmente, es el reto de ser profesionales dignos y éticos que estén en la capacidad de escribir con nuevas tintas y en nuevas páginas la historia de Colombia.

Quisiera terminar excusándome con quienes esperaban que estas palabras fueran diferentes, que estuvieran colmadas de gratitudes y retribuciones a los compañeros y profesores, de anécdotas sobre nuestra vida universitaria, y que celebraran este grado como la culminación de una etapa fundamental en nuestras vidas. A esas personas les digo estoy convencido de que la mejor manera de honrar a esas personas con las que compartí mi experiencia en la Universidad y de reivindicar el papel de la Ciencia Política es proponer una reflexión sobre la situación del país y de nuestro papel como profesionales en una sociedad alienada. Espero haberlo conseguido. Muchas gracias.

Oscar David Andrade Becerra

Marzo 5 de 2010.





*¡Me nombró, hijuemadre, me nombró!

** Lea aquí

Comentarios

  1. Ay mijo, yo hace un año estaba en esas... y la hijuemadre china tambien nos nombro a mi orta hermana y a mi, y TAMBIEN me hizo pisciniar ojo; pero ella no lo sabrá jamás!

    Felicitaciones al nuevo politólogo al aire.

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  3. "vemos ceder los principios y valores ante la seducción por el dinero fácil, el desprecio absoluto por las demás personas, la fascinación por la plastificación de los cuerpos y la mediocridad intelectual y los Estados de Opinión."
    Interesante y de actualidad, ojalá todos los discursos de graduación siguieran la misma linea de reflexión. Aunque corre el riesgo de ser tildado.

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  4. Lo felicito por tener un hermano tan sincero!... aplausos por ese discurso...

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