Reality sucks
Perdonarán el abandono del chuzo, pero con mundial es difícil pensar en otra cosa que no sea fútbol. Porque no he hecho nada más sino ver fútbol. Mi desconexión de la realidad fue tal que duré dos semanas sin ver televisión nacional, leer periódicos o ver noticieros (excepto los deportivos). Una vez cada cuatro años no hace daño.
Apenas recibí leves rebotes de realidad, casi todo gracias a Twitter y Facebook. Los exabruptos me llegaron por ese medio, tales como la posibilidad de que Uribe se lance a la alcaldía de Bogotá, o tal vez su copia mínima e insoportable, Andrés Felipe Arias. A pesar de tener mundial, uno sigue dándose cuenta que este país está demente. Ojalá mis conciudadanos no vayan a ser tan bestias de elegir a alguno de estos tipos. Claro que el imbécil inoperante del Samuel les tiene media campaña hecha. Ojalá no suceda. Y no por las consabidas y pendejas razones regionalistas, sino porque yo no quiero corruptos de esos en la alcaldía. Samuel ya hizo suficiente.
Ahora que se acaba el mundial habrá que retomar el ritmo de asimilación de nuestra realidad azarosa y extraña. Maldita sea: el mundial debría durar más. Será disfrutar al máximo lo que resta, ahora que han sacado a Alemania en un partido que todo el mundo daba por hecho iban a ganar los teutones; excepto por el pulpo Paul, que vaticinó la victoria española. Yo no le creí, pero después de ver el partido, yo como que me convierto a la religión del pulpo Paul. Cantemos todos juntos: ¡Él tiene al mundo, sí él tiene al mundo en sus tentáculos!
Y me hace feliz que a la final hayan llegado dos equipos que no son amarretes y juegan a atacar, como son España y Holanda. Gran diferencia a la Italia detestable que ganó hace cuatro años mostrando el fútbol defensivo más horrible de la historia. Premiar ese fútbol va en contra del deporte y del espectáculo. Esperemos que esta final motive a que se juegue un fútbol más atractivo y menos mezquino.
A esperar otros cuatro años. Me lleva.
Apenas recibí leves rebotes de realidad, casi todo gracias a Twitter y Facebook. Los exabruptos me llegaron por ese medio, tales como la posibilidad de que Uribe se lance a la alcaldía de Bogotá, o tal vez su copia mínima e insoportable, Andrés Felipe Arias. A pesar de tener mundial, uno sigue dándose cuenta que este país está demente. Ojalá mis conciudadanos no vayan a ser tan bestias de elegir a alguno de estos tipos. Claro que el imbécil inoperante del Samuel les tiene media campaña hecha. Ojalá no suceda. Y no por las consabidas y pendejas razones regionalistas, sino porque yo no quiero corruptos de esos en la alcaldía. Samuel ya hizo suficiente.
Ahora que se acaba el mundial habrá que retomar el ritmo de asimilación de nuestra realidad azarosa y extraña. Maldita sea: el mundial debría durar más. Será disfrutar al máximo lo que resta, ahora que han sacado a Alemania en un partido que todo el mundo daba por hecho iban a ganar los teutones; excepto por el pulpo Paul, que vaticinó la victoria española. Yo no le creí, pero después de ver el partido, yo como que me convierto a la religión del pulpo Paul. Cantemos todos juntos: ¡Él tiene al mundo, sí él tiene al mundo en sus tentáculos!
Y me hace feliz que a la final hayan llegado dos equipos que no son amarretes y juegan a atacar, como son España y Holanda. Gran diferencia a la Italia detestable que ganó hace cuatro años mostrando el fútbol defensivo más horrible de la historia. Premiar ese fútbol va en contra del deporte y del espectáculo. Esperemos que esta final motive a que se juegue un fútbol más atractivo y menos mezquino.
A esperar otros cuatro años. Me lleva.
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