Viernes de academia.

Nunca he sido bueno para estudiar los viernes, mucho menos por la tarde. Toda la carrera esquivé los cursos que daban un viernes luego de medio día: sólo ví uno, porque era obligatorio y no había más opción. Fue horrible. Tres torturantes horas cada tarde de viernes por un semestre, con uno de los profesores más aburridores de la vida, que además se las daba de francés. Salía uno disparado por una cerveza: no había otra opción.

El caso es que después de el mediodía del viernes mi capacidad de concentración y aprendizaje disminuye con cada hora que pasa. Y, teniendo en cuenta que mi concentración es como la de Forrest Gump, pues se podrán imaginar. Con todo y eso, el viernes pasado fui a la Luis Ángel Arango a una sesión del congreso colombiano de historia. Unos amigos tenían ponencia en una de las mesas, así que fui a darles mi apoyo moral. Pensé en llevar una pancarta, pero me pareció excesivo. Aguanté nueve ponencias haciendo un esfuerzo consciente de concentración, aunque por momentos me falló el intento y mi mente divagó por vastas lejanías. Pero se logró atender la mayoría del tiempo y poner cuidado a la pilera de mis amigos. Esa platica de la universidad no se perdió, definitivamente.

Luego venía la sesión de clausura. Nos evadimos porque la sed apremiaba. Eso es lo bueno de los eventos académicos de viernes: están hechos para terminar en juerga. Y en este viernes coincidían las juergas: beber a la salida del congreso, unas compañeras lanzaban la primera edición de su revista de historia y otro compañero celebraba su grado. Entonces se fue por polas al Chorro de Quevedo, luego a un bar a beber vino en el lanzamiento y después al Goce Pagano a saludar a mi compañero graduando. No participé en la Media Maratón, pero hice una maratón ebria por La Candelaria. Pero ahí no terminó la vaina. Terminamos en casa de mi compañero bebiendo hasta la mañana del sábado, con la tradicional cantada de rancheras a la madrugada por la que siempre me da. Se comprueba una vez más que la academia el viernes es una excusa para terminar bebiendo.

Conclusiones de la jornada:

- Los congresos que finalizan con bebida son mejores.
- Los historiadores siemrpe tenemos de que hablar.
- Bailar salsa es un completísimo hit.
- Siempre es bueno tener un compañero con casa donde finalizar la parranda.
- Bohemio de afición es la mejor ranchera del cochino mundo.
- Hay que moderar la bebida y el trasnocho: yo, que no podía dormirme en los buses, me volví a quedar dormido y me pasé. Además, en los cabeceos del sueño me golpeé con la manija de la ventanilla y casi me rompo la crisma. Tengo que dejar de ser tan idiota.

Aquí les dejo los enlaces de los proyectos de mis compañeros, gente muy inteligente y con iniciativa. No como uno.

Revista Historik
De ti habla la historia.

Comentarios

  1. En cambio yo disfruto las clases los viernes y en la tarde. Normalmente, desprecio levantarme temprano, en la tarde estoy más despejada.
    Estando en La Candelaria quedé impresionada que siendo las 10 de la noche, la mitad de los que asistieron al dichoso congreso estaban ya ebrios. Y para colmo, vomitando en plena plazoleta. Pero bueno, lo importante es que a) aprendiste a que ebrio jamás se devuelve a su casa en bus, b) cantar rancheras es digno y c) los congresos siempre van a terminar en fiesta.

    Saludos.
    Paz.

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