El día de mi suerte

A la Canción de la vida profunda, el poema de Barba Jacob, podría añadírsele un verso: "Hay días que somos tan de malas, tan de malas".

Porque, ¿quién no ha tenido un día poseído por la mala suerte? De esos que apenas empezando ya están llenos de eventos desafortunados. Por ejemplo, si uno se corta al afeitarse, ya puede inferir que no pinta bien la jornada. O algo más 'unisex': golpear con el dedo pequeño del pie la pata de la cama o de una mesa al levantarse. Puede pasar que a uno le caiga jabón en los ojos al bañarse, o que corten el agua; que uno salga tarde hacia el trabajo o a estudiar y, además de eso, se vare la buseta; que haya trancón y usted se baje a caminar, pero lo atraquen, o que lo atraquen dentro de la buseta. Usted que nunca llega tarde lo hace ese día y, preciso, su jefe (o profesor) llegó tempranísimo, como nunca lo hace. Ese día el almuerzo resulta horrible o trae un pelo, tal vez un insecto, de ñapa. Le ponen más trabajo que de costumbre. Llueve a la salida y la sombrilla se daña. Llega a la casa y no hay luz: olvidó pagar el recibo. La nevera está botando agua. No puede dormir. En fin: el repertorio de la mala suerte es infinito y cada quien le toca su porción.

Hay días que somos tan de malas, tan de malas, que nos consideramos seres humanos desgraciados y podemos sentirnos protagonistas de El día de mi suerte, la canción interpretada por Héctor Lavoe. Porque eso es ser de malas: a los treinta segundos de canción, el tipo ya quedó huérfano.

Comentarios

  1. Pero hay días en q somos tan debuenas, tan debuenas, tan debuenas que aunq la caguemos en todo, parece q las cosas se solucionaran automaticamente, son unas por otras, igual eso depende de las personas, hay algunos q despues de venirse una montaña sobre su casa piensan q son pequeños obstaculos de la vida y otros q al ver un pelo en la sopa gritan q que desgracia de día.

    Saludos compa

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