Reflexiones estériles y zonzas.

En la esquizofrenia de la vida diaria en este país, uno tiene ideas extrañas. Por ejemplo, cae en el ejercicio estéril del análisis contrafactual. Y se imagina uno que en medio de la furia alegre con la que los colombianos nos apropiamos de los triunfos de nuestros compatriotas (porque Colombia es una madre envidiosa que siempre quiere apropiarse de los triunfos de sus hijos), en este caso los tres jugadores del Porto que nacieron en esta tierra, el gobierno anterior hubiera encontrado una elemento de propaganda inmejorable: Freddy Guarín nació en Puerto Boyacá, "capital antisubversiva de Colombia". Quienes conozcan la historia de las últimas décadas en Colombia y esa zona en específico saben por qué recibe ese nombre. En fin, el punto es que el gobierno de Uribe bien podría haberse atribuido ese triunfo como un logro de la Seguridad Democrática. De nuevo, hay que remitirse a la historia para saber por qué.

Hace unas semanas, otro episodio absurdo acaeció en Bogotá. Una pareja de jóvenes se intoxicó con alcohol adulterado. Hasta ahí, nada raro, es una cosa que sucede a diario en este maizal donde la gente bebe Frutiño diluído en alcohol antiséptico. Lo absurdo es que tal episodio sucedió en un bar exclusivísimo de Bogotá, en el parque de la 93; un bar de esos donde no dejan entrar gente fea y pobre: Mármara. Y uno piensa: que uno se intoxique por comprar el trago extrañamente barato, creyéndose un campeón negociador (como los que compran celulares robados: luego no se quejen si les dan una puñalada por robarles el teléfono), pues vaya y venga, quién lo manda a ser tan tarado. Pero intoxicarse cuando está pagando el trago con un sobreprecio demencial... no hay derecho.

La investigación sobre el hecho continúa, pero las primeras pesquisas arrojaron que no había trago adulterado en Mármara. Cosa difícil de creer. De todas formas, con esos precios, eso no era trago adulterado, era "ligeramente modificado".

Y está el escándalo de la salud, cuyo último episodio son los aportes que parece haber dado Saludcoop al Partido Liberal, el Conservador y a Cambio Radical. A ver qué arrojan las investigaciones. Por ahora, sólo se ha logrado una cosa: otro nombre pendejo para un escándalo colombiano; en este caso, Saludcoopolítica. Porque aquí no es sino combinar a los implicados con la palabra 'política' y queda un bonito nombre que resta seriedad a lo que sucede: Farcpolítica, Parapolítica, Yidispolítica, etc. Y uno podía llegar a entender que un término como 'parapolítica' hace más sencillo referirse al tema y es fácil de pronunciar. Pero Saludcoopolítica es un jodido trabalenguas. Preferiría el Cartel del Ibuprofeno o algo así. Que también es una pelotudez.

Ya ven: puras reflexiones estériles y zonzas.

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