Judas quiere lo suyo
Nuestro ser nacional, trastornado como el que más, asiste ahora a una curiosa paradoja. Una más. Y es que, ante la avalancha de casos de corrupción que han sido destapados en el gobierno de Santos, la gente ha reaccionado de manera particular: aún cuando son casos de corrupción que vienen del gobierno anterior, y de mucho antes, sólo repercuten en la mala imagen del gobierno actual. Es decir, la gente quiere más al gobierno que escondía sus porquerías y al que se las destapaba la prensa, que al que muestra la suciedad él mismo. Aunque el presidente Santos haya sido parte del gobierno Uribe, no deja de ser curioso lo que sucede.
Se pueden aventurar explicaciones. Tal vez la corta memoria del colombiano influya, y ante la inmediatez de la noticia, es más fácil culpar a los que gobiernan actualmente. Pero es más probable que sea una nueva muestra de los remanentes de esa locura colectiva que aquejó al país los pasados ocho años: el uribismo. Esa enfermedad mental que ve en Uribe un hombre santo, incapaz de las indignidades de las que lo acusa esa gente que no puede ser nada más que guerrilleros. Gracias a su lucha frontal contra la guerrilla, los uribistas le perdonan absolutamente todo a Uribe. Incluso la empresa de saqueo y corrupción estatal que se instaló con su gobierno. La gente inocente que asesinó el Ejército. Las mentiras y los engaños. Total, todo fue por el bien de la Patria (así, con mayúscula).
Debido a eso, en Santos no ven más que a un traidor. Un Judas, en obvia asociación con las cualidades mesiánicas que ven en el expresidente. No soportan que Santos se haya deslindado del uribismo en sus facetas más ultraderechistas (porque de resto es la misma vaina). Lo creen guerrillero por no vociferar todos los días contra las Farc y contra Chávez, por proponer la Ley de Víctimas (por demás justa y necesaria), por conciliar con las cortes, por atreverse siquiera a hablar de paz. Es un guerrillero estrato seis, que estuvo agazapado en la Seguridad Democrática todo este tiempo. Cómo no.
Poco crédito le dan a un zorro de la política como Santos. Fueron tan ingenuos de votar por él creyendo que se iba a quedar a la sombra de Uribe. Y no: el tipo quiere entrar en la historia de este país por sus propios méritos. Por eso siempre ha sido un hombre de principios intercambiables, que se arrima al árbol que mejor sombra da. Y ahora que logró ser presidente, no creo que vaya a dejar que los fieles de un mesías infame se interpongan en el camino de su consagración política. La ola invernal, por otro lado, puede estarle arruinando el baile.
Mientras tanto, Uribe seguirá azuzando a sus fieles desde donde pueda. Claro que ahora que no tiene a los canales de televisión, las emisoras y los periódicos rindiéndole pleitesía, los atrios para gritar se le agotan. Tanto, que ahora debe supurar su odio y sus ideas desde un teléfono móvil. Pero a este zorro tampoco hay que subestimarlo. Él y sus esbirros tienen formas de moverse e incidir en la política y la opinión. Las víboras reptan en silencio y uno suele notarlas cuando ya han mordido.
Se pueden aventurar explicaciones. Tal vez la corta memoria del colombiano influya, y ante la inmediatez de la noticia, es más fácil culpar a los que gobiernan actualmente. Pero es más probable que sea una nueva muestra de los remanentes de esa locura colectiva que aquejó al país los pasados ocho años: el uribismo. Esa enfermedad mental que ve en Uribe un hombre santo, incapaz de las indignidades de las que lo acusa esa gente que no puede ser nada más que guerrilleros. Gracias a su lucha frontal contra la guerrilla, los uribistas le perdonan absolutamente todo a Uribe. Incluso la empresa de saqueo y corrupción estatal que se instaló con su gobierno. La gente inocente que asesinó el Ejército. Las mentiras y los engaños. Total, todo fue por el bien de la Patria (así, con mayúscula).
Debido a eso, en Santos no ven más que a un traidor. Un Judas, en obvia asociación con las cualidades mesiánicas que ven en el expresidente. No soportan que Santos se haya deslindado del uribismo en sus facetas más ultraderechistas (porque de resto es la misma vaina). Lo creen guerrillero por no vociferar todos los días contra las Farc y contra Chávez, por proponer la Ley de Víctimas (por demás justa y necesaria), por conciliar con las cortes, por atreverse siquiera a hablar de paz. Es un guerrillero estrato seis, que estuvo agazapado en la Seguridad Democrática todo este tiempo. Cómo no.
Poco crédito le dan a un zorro de la política como Santos. Fueron tan ingenuos de votar por él creyendo que se iba a quedar a la sombra de Uribe. Y no: el tipo quiere entrar en la historia de este país por sus propios méritos. Por eso siempre ha sido un hombre de principios intercambiables, que se arrima al árbol que mejor sombra da. Y ahora que logró ser presidente, no creo que vaya a dejar que los fieles de un mesías infame se interpongan en el camino de su consagración política. La ola invernal, por otro lado, puede estarle arruinando el baile.
Mientras tanto, Uribe seguirá azuzando a sus fieles desde donde pueda. Claro que ahora que no tiene a los canales de televisión, las emisoras y los periódicos rindiéndole pleitesía, los atrios para gritar se le agotan. Tanto, que ahora debe supurar su odio y sus ideas desde un teléfono móvil. Pero a este zorro tampoco hay que subestimarlo. Él y sus esbirros tienen formas de moverse e incidir en la política y la opinión. Las víboras reptan en silencio y uno suele notarlas cuando ya han mordido.
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