Uerde que te quiero Uerde
Otro proyecto político más que va a dar a la caneca. El Partido Verde, que en las pasadas elecciones presidenciales despertó tanto furor y esperanzas, ha terminado por plegarse hacia el uribismo, personificado por el Partido de la U. Enrique Peñalosa, candidato de los verdes a la alcaldía de Bogotá, decidió que el mejor camino a seguir para conseguir la victoria era aliarse con los uribistas y aceptar el espaldarazo del expresidente Uribe. Al parecer olvidó la elección pasada y los resultados de ese mismo apoyo.
Ante esa situación, miles de personas se han alejado, desilusionadas, del Partido Verde. Lo que parecía ser un interesante proyecto en contravía de los métodos tradicionales de la política colombiana, terminó siendo más de lo mismo. Gran parte del éxito de los verdes en los comicios del 2010 fue marcar diferencias con la forma de gobernar del periodo pasado. Sin embargo, en aras de alcanzar la alcaldía de Bogotá, no han tenido problema en acercarse a eso que decían rechazar. Eso causó, por un lado, la renuncia de Antanas Mockus, y por otro, el desencanto de muchos de los votantes verdes.
En cuanto a la renuncia de Mockus, hay varias cosas por decir. Se ha hablado mucho de la coherencia encarnada en su acto, pero a pesar de todo el respeto que le tengo a Mockus (voté por él), no estoy tan seguro de ello. Fue profundamente desconcertante cuando, tras meses de silencio luego de la elección de Santos, lo primero que dijo fue que él hubiera cuidado mejor el legado de Uribe. Sin olvidar su reunión con el expresidente durante la campaña. Esas cosas hacen pensar sobre el verdadero nivel de rechazo hacia lo que Uribe representa. Es muy ingenuo negar que Mockus es un hombre que está de acuerdo en muchos planteamientos con Uribe. Sin embargo, la fuerza de su posición nacía de afirmar que los logros de la Seguridad Democrática podían alcanzarse sin las altas dosis de corrupción y desmadre que la caracterizaron. ¿Por qué, entonces, ponerse como un mejor heredero del anterior gobierno de lo que ha sido Santos?
La forma de actuar y pensar de Mockus es una de las más difíciles de entender en la política colombiana. Esa mezcla extraña entre inteligencia, un ego poderoso, ingenuidad política y un temperamento volátil hace de Antanas Mockus una figura casi imposible de clasificar. Por eso es apresurado hablar de una total coherencia en sus acciones y principios.
Lo que nos lleva a otro aspecto de la debacle verde: los votantes. La llamada ola verde, fenómeno político del año pasado. Las preocupantes muestras de mesianismo exhibidas durante la campaña presidencial se exacerbaron con la renuncia de Mockus al partido. El acercamiento emocional a la política ha causado unas manifestaciones de afecto y de incondicionalidad a Mockus que recuerdan la vesania uribista. Es preocupante. Un político siempre debe estar sometido a la evaluación de la ciudadanía, no puede ser un ídolo incuestionable. Y la figura de Mockus tiene muchas aristas y recovecos como para profesarle fidelidad eterna y sin obstáculos. No se puede, porque sí, odiar lo que él odia y amar lo que él ama. Eso encierra un terrible peligro para un sistema democrático.
Se supone que el proyecto del Partido Verde era una construcción colectiva, donde varias opiniones tuvieran cabida, una propuesta construida a partir de consensos y disensos. La fuerza radicaba en ver a tres figuras disímiles como Lucho Garzón, Antanas Mockus y Enrique Peñalosa, tratando de construir algo en común. Los Tres Tenores, se les llamaba, y era tan poderosa la imagen que hasta Peñalosa parecía una figura menos antipática, alguien por quien se podría votar. Sin embargo, todo degeneró en lo de siempre: intereses personales, egos crecidos, oportunismos políticos. Se veía venir: lo otro era demasiado bueno para ser cierto. Como la unidad de la izquierda con el Polo, que también alcanzó a parecer algo con futuro. Ya se vio que no es así.
Ahora los derroteros del Partido Verde parecen ser los mismos que los del Partido de la U, esa U que colaboró con el desastre de Samuel Moreno en Bogotá. Y por buscar los votos uribistas, tal vez a Peñalosa le salga el tiro por la culata. Es incierto el destino de ese engendro, el partido Uerde.
Tan incierto como saber por quién va a votar uno. El blanco parece un buen color en este momento.
Ante esa situación, miles de personas se han alejado, desilusionadas, del Partido Verde. Lo que parecía ser un interesante proyecto en contravía de los métodos tradicionales de la política colombiana, terminó siendo más de lo mismo. Gran parte del éxito de los verdes en los comicios del 2010 fue marcar diferencias con la forma de gobernar del periodo pasado. Sin embargo, en aras de alcanzar la alcaldía de Bogotá, no han tenido problema en acercarse a eso que decían rechazar. Eso causó, por un lado, la renuncia de Antanas Mockus, y por otro, el desencanto de muchos de los votantes verdes.
En cuanto a la renuncia de Mockus, hay varias cosas por decir. Se ha hablado mucho de la coherencia encarnada en su acto, pero a pesar de todo el respeto que le tengo a Mockus (voté por él), no estoy tan seguro de ello. Fue profundamente desconcertante cuando, tras meses de silencio luego de la elección de Santos, lo primero que dijo fue que él hubiera cuidado mejor el legado de Uribe. Sin olvidar su reunión con el expresidente durante la campaña. Esas cosas hacen pensar sobre el verdadero nivel de rechazo hacia lo que Uribe representa. Es muy ingenuo negar que Mockus es un hombre que está de acuerdo en muchos planteamientos con Uribe. Sin embargo, la fuerza de su posición nacía de afirmar que los logros de la Seguridad Democrática podían alcanzarse sin las altas dosis de corrupción y desmadre que la caracterizaron. ¿Por qué, entonces, ponerse como un mejor heredero del anterior gobierno de lo que ha sido Santos?
La forma de actuar y pensar de Mockus es una de las más difíciles de entender en la política colombiana. Esa mezcla extraña entre inteligencia, un ego poderoso, ingenuidad política y un temperamento volátil hace de Antanas Mockus una figura casi imposible de clasificar. Por eso es apresurado hablar de una total coherencia en sus acciones y principios.
Lo que nos lleva a otro aspecto de la debacle verde: los votantes. La llamada ola verde, fenómeno político del año pasado. Las preocupantes muestras de mesianismo exhibidas durante la campaña presidencial se exacerbaron con la renuncia de Mockus al partido. El acercamiento emocional a la política ha causado unas manifestaciones de afecto y de incondicionalidad a Mockus que recuerdan la vesania uribista. Es preocupante. Un político siempre debe estar sometido a la evaluación de la ciudadanía, no puede ser un ídolo incuestionable. Y la figura de Mockus tiene muchas aristas y recovecos como para profesarle fidelidad eterna y sin obstáculos. No se puede, porque sí, odiar lo que él odia y amar lo que él ama. Eso encierra un terrible peligro para un sistema democrático.
Se supone que el proyecto del Partido Verde era una construcción colectiva, donde varias opiniones tuvieran cabida, una propuesta construida a partir de consensos y disensos. La fuerza radicaba en ver a tres figuras disímiles como Lucho Garzón, Antanas Mockus y Enrique Peñalosa, tratando de construir algo en común. Los Tres Tenores, se les llamaba, y era tan poderosa la imagen que hasta Peñalosa parecía una figura menos antipática, alguien por quien se podría votar. Sin embargo, todo degeneró en lo de siempre: intereses personales, egos crecidos, oportunismos políticos. Se veía venir: lo otro era demasiado bueno para ser cierto. Como la unidad de la izquierda con el Polo, que también alcanzó a parecer algo con futuro. Ya se vio que no es así.
Ahora los derroteros del Partido Verde parecen ser los mismos que los del Partido de la U, esa U que colaboró con el desastre de Samuel Moreno en Bogotá. Y por buscar los votos uribistas, tal vez a Peñalosa le salga el tiro por la culata. Es incierto el destino de ese engendro, el partido Uerde.
Tan incierto como saber por quién va a votar uno. El blanco parece un buen color en este momento.
Honestamente nunca creí que el partido verde fuera algo diferente, no se si fue pesimismo, pero aunque Mockus -con lo extraño y contradictorio que pueda ser- me inspiraba confianza, no me la inspiraba Peñalosa, y mucho menos la unión de Fajardo.
ResponderBorrarRato sin pasarme por acá, saludos!