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En un acto de trascendencia histórica, Palestina ha decidido pedirle a las Naciones Unidas que la reconozca como Estado, con todo lo que eso implica. Así, Palestina da un paso enorme en el camino a lograr su libertad y soberanía.

Sin embargo, Estados Unidos vetará esa proposición. Alineados con Israel, aducen que la creación del Estado palestino debe resultar de las negociaciones directas entre israelíes y palestinos. Como si ese hubiera sido el camino que se siguió cuando se creó el Estado de Israel. Hipocresía y descaro propios de los que saben que tienen la sartén por el mango y poco o nada les importa ser unos desgraciados (sólo basta ver el asunto de los asentamientos judíos en Cisjordania para no dudar en tildarlos de esa manera). Apoyados, además, por las naciones lacayas de siempre, como es el caso de Colombia, que llegó al Consejo de seguridad de la ONU en el momento exacto para pasar a la historia como un país ruin e indigno. De todas formas, Palestina sienta un precedente y de ahora en adelante las cosas pueden cambiar mucho.

En este conflicto tan largo son muchas las culpas y los errores de ambos lados. Pero a los palestinos no se les puede negar el derecho que ya se dio a los israelíes. Así se corregirá en algo la desigualdad con la que deben negociar los palestinos frente a un Israel poderoso y respaldado por potencias mundiales. La idea de la declaratoria de Estado para Palestina, además, le desagrada a Hamas, el grupo radical que controla la Franja de Gaza y que torpedea constantemente las iniciativas de paz en Medio Oriente, pues no reconoce el derecho de Israel a existir, lo cual es una estupidez. Eso, que a los radicales no les guste esa idea, ya la hace digna de apoyo. Palestina merece ser un Estado, al igual que Israel.

Son los radicales, tanto palestinos como israelíes, los que no quieren un Estado palestino; los unos porque quieren mantener su posición de poder, y los otros porque eso le quitaría la pobre justificación a su lucha violenta y sin sentido. Desafortunadamente, son los locos radicales quienes más hacen oír su voz. Tanto en la comunidad judía como en la palestina hay gente que reconoce el derecho de los otros a existir y vivir en esa tierra, pero sus voces se apagan entre el ruido de los idiotas que sólo creen en subyugar al otro. En estos días experimenté una gran alegría al leer la opinión de un judío colombiano que reconocía el derecho de Palestina a existir. De igual forma, sentí la indignación por gente que apoya a Israel, a veces sin ser judía siquiera, tildando de circo el discurso de Abbas y apoyando al radicalismo israelí. Qué fácil es ser radical y burlón cuando las bombas no estallan al lado de la casa.

La locura radical campea y manda la parada. Las opiniones moderadas y sensatas de Israel no trascienden porque la política de ese país, desafortunadamente, ha estado por mucho tiempo en manos de halcones como Netanyahu y Lieberman, o Sharon, que tendrá que responderle a su Dios por los muertos de Sabra y Chatila. Israel se ha empeñado en oprimir y discriminar a los palestinos, en negarles el derecho a vivir en paz en su propia tierra. A eliminarlos. La historia, que siempre encuentra solaz en la ironía y la paradoja, ve cómo hoy en Israel perduran ideas y posturas que antes se enarbolaron en la Alemania Nazi. Por increíble que parezca.

Un Estado palestino dejaría sin piso a Hamas, dignificaría aún más al pueblo palestino y pondría a Israel en una posición difícil para mantener el desdén hacia los palestinos y sus derechos. Es hora para un proceso de paz serio, sin la intervención de los orates de la ultraderecha israelí y de Hamas y otras facciones radicales. Estados Unidos vetará esa posibilidad, pero Palestina ha demostrado una dignidad que ojalá la lleve a concretar la paz y alcanzar su derecho a existir como Estado.

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