Ideas sobre la eternidad

Queremos ser eternos, ser capaces de contemplar la eternidad. Nos asusta lo efímero, el momento que pasa raudo, difícil de retener. Por eso nos casamos y queremos creer que es para siempre, que el amor no se acaba y la convivencia puede durar hasta el final, aun cuando la mayoría de matrimonios termina en divorcio. Por eso la gente viaja y no contempla los paisajes o las obras arquitectónicas, sino que les toma fotos para poderlas ver por años y años: el recuerdo parece frágil; la emoción de la contemplación directa parece no ser suficiente ante la perspectiva de poder ver una y otra vez las fotografías o el video. Lo mismo pasa con los conciertos: una pantalla es la eternidad acristalada del recuerdo.

Aspiramos a la eternidad de las obras de arte que nos han maravillado por siglos. Pero esa eternidad no existe por sí misma: olvidamos que está hecha de instantes de la historia, instantes en la que miles de seres humanos se han preocupado por estudiar, cuidar y conservar esas obras. La eternidad es un trabajo arduo y de cuidado. Hay grandes nombres que resuenan en las eras porque pequeños nombres se han ocupado de hacer el eco. Algunos, incluso, resuenan inmerecidamente, como sin merecerlo otros más son olvidados. La eternidad, además de todo, es veleidosa.

Desaparecer es el destino más probable, el que espera a casi todas las cosas. Incluyéndonos. Pero que nada nos impida seguir buscando la eternidad: tal vez podamos vislumbrarla, aunque sea por un instante.

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