El loco era Sancho

¿Es la vida esta cosa insípida que se nos va en los buses y en reuniones? ¿Esto que pasa entre oficinas, trancones y cuentas por pagar? Eso parece. Al abrir los ojos todos los días, enrojecidos por la falta de sueño, todo indica que así es.

Y, sin embargo, a veces parece que no es así. Porque hay herramientas poderosas que ayudan a mejorar la realidad; a sobrellevarla. Entonces uno se topa con libros que, al cerrarlos, han cambiado algo para siempre dentro de nosotros; con películas que nos deslumbran y dejan imágenes grabadas para siempre en la mente; con historias, en fin, que completan el mundo y ayudan a entenderlo mejor que todas las teorías, las filosofías y las teologías por separado. A la larga, una buena historia reúne todas esas cosas y explicaciones y las mejora.

A veces, además, encontramos a una persona a la que amamos tanto que volvemos a creer en los finales felices. Finales como solo el celuloide puede entregar, diría V. Con una Dulcinea en mente es menos difícil derrotar a los gigantes capaces de moler los sueños.

Habitar la realidad como si fuera un cuento hace que, por momentos, la vida no sea esa cosa insípida y sin mucho sentido.

El loco era Sancho. La vida solo vale la pena si uno la ve como el Quijote.

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