Los cojones de Kapuscinski

Kapuscinski. Ese es un apellido bien conocido y ponderado, imbuido de la respetabilidad ganada a pulso por todo lo que escribió y su calidad, y a pesar de las acusaciones de que en sus reportajes y crónicas no siempre se apegó del todo a la realidad. Pero ese no es el tema ahora.

El tema es el oficio y la pasión por ejercerlo. Podría ser cualquier oficio, supongo, pero en este caso me refiero a la escritura, periodística o literaria, da igual. Porque estoy leyendo un libro que reune varios reportajes de Kapuscinski y el tipo, mientras investigaba para sus textos en medio del caos de los lugares olvidados de Dios en los que trabajaba, estuvo cerca muchas veces de que lo mataran. Muy cerca. Y me pregunto qué puede llevar a alguien a arriesgarse de esa manera para contar una historia. Porque algo me dice que yo no tendría la valentía necesaria. Ni la habilidad. Igual en la literatura, porque esa también pide tener agallas para intentar recorrer sus caminos plagados de tapias y reveses y personas dispuestas a acabar con uno.

¿De dónde se saca el valor? ¿Cómo tener el coraje para meterse en la selva y entender una guerra tribal o un golpe de Estado para contarle a la gente lo que pasa? ¿Cómo se hace para tener la valentía necesaria para sentarse a escribir sin que importe nada más? ¿Cómo se quita uno de encima la idea de que no tiene lo que se necesita?

Tal vez uno no lo desea lo suficiente, no está suficientemente desesperado por lograrlo.

O tal vez se necesitan los cojones de Kapuscinski.