Biblioteca

Acaso sea verdad, como lo imaginó Borges, que el universo es una biblioteca. Tal vez habitemos una biblioteca inabarcable en su totalidad por la vida humana. En ese caso, una solución intermedia podría ser convertir la biblioteca propia, o una biblioteca cualquiera, en un universo habitable en el corto tiempo -a veces demasiado- que tenemos sobre la Tierra. Una biblioteca en la que, por supuesto, se puedan pasar los días leyendo hasta que los ojos se fatiguen como mineros buscadores de riquezas, pero también donde se pueda intentar contribuir con algo a la biblioteca del mundo. Donde sea posible beber con los amigos hasta comenzar a decir tonterías, vecinas del sueño reparador de la borrachera, o tener sexo todos los días con la mujer que se ama o, si no se tiene esa suerte, con una mujer a quien uno le parezca tolerable. Una biblioteca en la cual la música pueda sonar a cualquier volumen, no siempre, pero cuando sea necesario. Una biblioteca donde exista la oportunidad de vivir, vivir como uno quiere y no como toca. Una bibilioteca que abarque entre sus muros y sus anaqueles y sus libros, en el computador y la hoja en blanco, a la vida misma, para que no sea necesario irla a dejar día tras día en una oficina.