Buscar el pan en las fábulas

No todos estamos adaptados al mundo como es. No todos entendemos su funcionamiento. O sí lo entendemos, pero se nos dificulta hacer parte de eso. La jerga de la 'competitividad', el 'emprendimiento' y la 'utilidad' no nos dice mucho, parece vacía y fútil, una forma de hablar encaminada a convertirnos en poco más que bestias de carga. Debe haber algo en el mundo más allá de eso. Otra forma de vivir.

Como dedicarse a lo inútil. Entregarle la vida a las letras, o al estudio del pasado para comprender el presente, o a entender la estructura del universo mismo. Dedicar cada uno de los días de la vida a la búsqueda y a la curiosidad, así no se vea una recompensa en el corto plazo. Leer libros hasta tener los ojos exhaustos, y luego leer un poco más. Leer, como decía Sabato, lo que nos apasione, pues será lo único que nos ayudará a soportar la existencia.

Leer textos como La utilidad de lo inútil de Nuccio Ordine, un libro para recobrar la fe y para reconciliarse con la vida que hemos escogido quienes no pudimos entender la existencia en términos del negocio y la ganancia, y somos algo idiotas para negociar y no vemos tan fácil las oportunidades de hacer dinero, así las tengamos frente a la nariz. Eso no significa renunciar a ganarse la vida, como debemos hacerlo todos; significa no resignarse a un mundo completamente utilitario donde no haya lugar para la pausa, la sensatez, la lenta asimilación del saber. Un mundo sin espacio para la belleza.

No se puede reducir toda actividad humana a la ganancia inmediata. Eso sería cercenar el espíritu humano, negarnos la posibilidad de transformarnos y de mejorarnos. Si la indagación, la duda y la paciente curiosidad desaparecen, estamos condenados al embrutecimiento, al olvido, al desvanecimiento.  La ciencia y el arte no pueden estar bajo el imperio de la ganancia económica. Pueden llegar a generar dinero, pero no es esa su motivación principal, y así debe ser. De investigaciones y búsquedas aparentemente sin objetivo terminaron por brotar algunos de los descubrimientos más importantes de nuestra civilización. En la música, en la poesía, en la pintura, en el cine, en el teatro y las novelas, millones de seres humanos hemos encontrado razones para seguir, fuentes de sentido, comprensión de nuestra naturaleza y la de los demás. Ordine cita a Italo Calvino:

“Muchas veces el empeño que los hombres ponen en actividades que parecen absolutamente gratuitas, sin otro fin que el entretenimiento o la satisfacción de resolver un problema difícil, resulta ser esencial en un ámbito que nadie había previsto, con consecuencias de largo alcance. Esto es tan cierto para la poesía y el arte como lo es para la ciencia y la tecnología”.

En un discurso titulado "Palabras para un nuevo milenio", García Márquez también emparenta a científicos y artistas. Gabo pronunció este discurso en un encuentro de intelectuales donde "además de escritores, pintores, músicos, sociólogos, historiadores" había "un grupo de científicos esclarecidos". Menciona a Saint-John Perse, que en su discurso del premio Nobel dijo: "Tanto en el científico como en el poeta hay que honrar el desinterés del pensamiento". Acto seguido, Gabo nos dice: "Que al menos aquí no sigan siendo considerados como hermanos enemigos, pues la interrogación de ambos es la misma sobre un mismo abismo".

Interrogar ese abismo es una labor fundamental para la humanidad. Si la contabilidad lo impide, no solo nunca podremos entender el abismo, sino que caeremos en él.

Aunque el manifiesto de Ordine a veces puede parecer ingenuo y candoroso, en realidad no lo es. Es un recordatorio de lo que podemos perder si no resistimos al utilitarismo vulgar que, insidioso, cada vez se apodera de más espacios de la vida humana. Los saberes 'inútiles' son una necesidad y una defensa:

"El saber constituye por sí mismo un obstáculo contra el delirio de omnipotencia del dinero y el utilitarismo. Todo puede comprarse, es cierto. Desde los parlamentarios hasta los juicios, desde el poder hasta el éxito: todo tiene un precio. Pero no el conocimiento: el precio que debe pagarse por conocer es de una naturaleza muy distinta. Ni siquiera un cheque en blanco nos permitirá adquirir mecánicamente lo que sólo puede ser fruto de un esfuerzo individual y una inagotable pasión. Nadie, en definitiva, podrá realizar en nuestro lugar el fatigoso recorrido que nos permitirá aprender. Sin grandes motivaciones interiores, el más prestigioso título adquirido con dinero no nos aportará ningún conocimiento verdadero ni propiciará ninguna auténtica metamorfosis del espíritu".

En el mundo debe haber lugar para los científicos de curiosidad inagotable cuyo objetivo no es una patente millonaria. Para los maestros dedicados a transmitir el conocimiento, por inútil que parezca, y a inculcar su sana e indispensable búsqueda. Debe haber lugar para los poetas y los cineastas, para los pintores, músicos y escritores que nos descifran y nos entretienen, y nos ayudan con el peso de nuestra alma.

Si alguien quiere vivir de escribir, de crear, de buscar el pan en las fábulas, como escribió Bocaccio, debe tener la posibilidad. Otras riquezas pueden emerger: "Y ya más han encontrado entre sus fábulas los poetas que muchos ricos entre sus tesoros, y muchos ha habido que andando tras de sus fábulas hicieron florecer su edad, mientras por el contrario, muchos al buscar más pan del que necesitaban, murieron sin madurar”, nos dice el poeta italiano. Y Ordine comenta:

“‘Las fábulas de los poetas’, con independencia de la cantidad de ‘pan’ que permiten procurarse, son necesarias para entender las cosas esenciales que nos hacen falta. Y, sobre todo, nos enseñan a defendernos de la obsesión por las ganancias y lo útil que, como sucede con los que persiguen las riquezas, acaba siendo a menudo la causa principal de una muerte prematura”.

Tenemos derecho a fabular, a crearnos y entendernos a nosotros mismos, a darle contenido a la dignidad humana. No todos queremos someternos a la dictadura del beneficio económico y la utilidad, a la carrera de ratas en la que nos metieron para garantizarle a unos pocos una vulgar opulencia soportada en el trabajo de la mayoría. Una carrera que muy a menudo nos roba la vida y la dignidad y nos convierte en robots esclavos. Esclavos ignorantes de su condición.

Existe algo más que hacerse millonario; la cuenta bancaria no puede ser la unidad de medida para determinar el valor de un ser humano. Necesitamos a la gente capaz de soñar y crear, a quienes investigan el mundo infatigablemente. Tienen en común que su prioridad no es enriquecerse, sino encontrar luces en la oscuridad. Necesitamos a esa gente llena de dudas e incertidumbres: son su combustible y luchan con pasión por encontrar las respuestas. Son imprescindibles porque nos muestran otra realidad posible, donde podemos ser y hacer lo que queremos, no lo que nos toca; donde podemos ganarnos el pan siendo felicesLos necesitamos porque nos muestran el camino y nos enseñan a perseguir las ilusiones con ahínco y hasta el final, aunque parezca una locura. 

Necesitamos más gente dedicada a desfacer entuertos.


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