De Manhattan con amor

Cuando el resplandor apocalíptico de la primera bomba atómica jamás creada se levantó sobre el cielo del desierto de Nuevo México, Robert Oppenheimer, director del Proyecto Manhattan, en medio de las risas, las lágrimas y el silencio de los testigos de esa explosión inverosímil, recordó un pasaje del Bhagavad Gita, el texto sagrado hindú. En ese pasaje Vishnú, en su poderosa gloria divina, dice: "Ahora me he convertido en la Muerte, destructora de mundos".

Hace sesenta y nueve años la humanidad encontró la manera rápida de destruirse a sí misma. En la vida infinitesimal de los átomos encontró el poder para crear explosiones descomunales, la habilidad para multiplicar la muerte. La prueba Trinity tuvo lugar el 16 de julio de 1945. Días después se lanzaron las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki, el 6 y 9 de agosto. El mundo vio los hongos infernales de humo y polvo creciendo hacia el cielo, y supo del poder que ahora habitaba la Tierra y podía ser dominado por los hombres. Con el crimen instantáneo y brutal de arrojar las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki había comenzado la era atómica y la carrera por construir más y mejores armas nucleares.

Los habitantes de esas dos ciudades japonesas fueron las primeras víctimas. Cientos de miles de vidas aniquiladas en unos segundos, en un chasquido de los dedos de Dios. Los humanos tuvieron más éxito replicando los poderes destructivos de sus dioses que los poderes para crear. Oppenheimer lo supo en el momento mismo del primer estallido; quizá por eso recordó las palabras de Vishnú. Luego se opondría al uso militar de la energía nuclear, como lo hicieron Einstein y otros físicos que habían tenido parte en los descubrimientos teóricos y trabajos prácticos conducentes a la creación de las armas nucleares, pero era demasiado tarde: la destructora de mundos ya caminaba por la Tierra.



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