Evangelistas

Da un poco de miedo el celo religioso con que se asumen hoy en día las causas, las formas de vida. Animalistas, vegetarianos, ciclistas, no fumadores, los de la izquierda, los de la derecha, los religiosos y los ateos, todos intentan divulgar su palabra y convencer, o más bien obligar a los demás a pensar como ellos. No comer carne, ser antitaurino o usar la bicicleta se han convertido en artículos de fe, y los fieles denuestan a quien no comparta esa fe, con facilidad los califican de idiotas o de salvajes.

Vivimos en el reino de la superioridad moral autoproclamada. El uno se cree mejor que el otro por pensar lo que piensa y cómo lo piensa. Se invalida la opinión de los demás con una facilidad pasmosa. Todos creen que son mejores salvando el ambiente, o a los animales, o al país, o al mundo, y en el proceso ni siquiera se dan cuenta de sus propias estupideces y contradicciones. Evangelistas de sí mismos y de su forma de vida, se han convertido en gente incordiosa y fanática. Y quien no se convence de su verdad es poco menos que un imbécil.

Tienen que calmarse. Si no quieren comer carne, perfecto. Si no quieren fumar, magnífico. Si prefieren la cicla al carro o al bus, espléndido. Si quieren proteger a los animales, bellísimo. Pero no quieran obligar a todo el mundo a hacer las cosas de la misma forma, ni a pensar igual, ni a tener las mismas sensibilidades. Y sean consecuentes. Y dejen de intentar evangelizar todo el tiempo, especialmente si es desde un pedestal moral imaginario y con esa agresividad de fanático religioso, porque a nadie se le convence desde la soberbia y llamándolo tarado.

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