¿Por qué fracasa Colombia?


Tal vez el principal mérito de este ensayo de Enrique Serrano es que sirve para abrir debates, porque plantea hipótesis llamativas y dignas de estudio y discusión. Mira hacia nuestro pasado, que está más atrás de lo que pensamos, con una intención crítica y reflexiva que necesitamos y muy pocas veces ponemos en práctica.

Es interesante el hecho de que sitúe las bases de la nación colombiana entre los moriscos y judíos que vivieron en España y tuvieron que huir hacia América. De ese origen y ese éxodo nace la mentalidad colectiva colombiana, que se empezó a forjar mucho antes de la Independencia. Abordar nuestra nación desde ese origen le permite a Serrano hacer perspicaces observaciones sobre nuestra forma de ser, pensar, hablar y actuar.

Aunque intentemos borrarlo de nuestro pasado, el elemento español es fundamental en la formación de Colombia, y nuestra identidad como mestizos se nutre de eso tanto como de lo que aportaron indígenas y negros (al fin y al cabo, esto está escrito en español). Eso sí, a veces parece que Serrano estima demasiado la hispanidad y la hace parecer superior, aunque eso bien puede ser una impresión de lector quisquilloso.

Serrano transmite a lo largo del ensayo una idea que considero esencial: la pervivencia de ciertas formas de actuar y pensar a lo largo del tiempo. El mundo y la técnica cambian más rápido que la mentalidad de las personas, y eso lo debemos saber muy bien en este país, donde llegó la modernización pero nos quedamos esperando la modernidad. La nación colombiana se forjó durante mucho tiempo y lo que somos es resultado de esa forja, para bien o para mal.

Hay muchos elementos para discutir. A primera vista, la relación con la tierra y el peso de la guerra en la mentalidad nacional no son tan leves y provisionales como plantea Serrano. Falta desarrollo en esos puntos, así como en los conceptos de lo que es ser caribe o andino y su evolución en trescientos años, un período bastante largo que necesita desgranarse mejor, y donde surgen contradicciones muy nuestras (que incluso pueden confundir al autor). Es problemática también la idea de que construir un nacionalismo más sólido sea un buen camino para el país. En mi opinión, nada bueno nace de los nacionalismos, y los intentos que aquí se han dado nos han hundido más en el fracaso.

Como ya dije, el mérito del libro es que no es una visión definitiva, no cierra un debate, sino que abre varios; abre la posibilidad de que se discuta más y mejor sobre nuestro pasado. Y eso sí que necesitamos hacerlo.

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