Accidentes

Hay accidentes afortunados. Uno de esos es compartir nacionalidad con los deportistas que ha parido Colombia. Gracias a la vida por ellos, porque los necesita un país donde un expresidente vesánico acusa de violador de niños a un humorista por demás mediocre, y no se encuentra con el rechazo generalizado de la ciudadanía, sino que una horda de sicofantes justifica sus barbaridades y pasa al ataque y a la autovictimización ridícula y mentirosa. Los necesita un país donde capturan a un fiscal anticorrupción por corrupto y a un secretario de seguridad por hacer tratos con los criminales, una nación dirigida por líderes carentes de grandeza, incapaces de sacar lo mejor de los colombianos y empeñados en sacar lo peor. Un lugar donde intentar dejar de matarnos se ve como un problema y una afrenta a la decencia y a Dios. Donde una de las revistas más importantes saca una portada con los presidentes y expresidentes implicados en un enorme caso de corrupción, y no incluye al actual presidente de la república, untado también. Donde el asesinato de cientos de líderes sociales es una nota de pie de página.

Colombia, por fortuna, puede refugiarse por momentos en las maravillas de Nairo Quintana, Rigoberto Urán, Mariana Pajón, Caterine Ibargüen, Darwin Atapuma, Sofía Gómez, James Rodríguez, Falcao García, Jarlinson Pantano, Sergio Luis Henao, Juan Guillermo Cuadrado, Yuri Alvear, Yuberjén Martínez y tantos otros más.

Hay una grieta en todo y así es como entra la luz, cantaba Leonard Cohen. Aquí la grieta se ha hecho a punta de pedalazos, gambetas, saltos, inmersiones y puñetazos enguantados.

La patria es un azar, un accidente, y haber nacido en Colombia no es ningún privilegio. Pero por lo menos los tenemos a ellos.

El Espectador

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