Papacho



Yo no sé qué pensar del papa Francisco.

Porque a veces de verdad parece un líder bueno, que puede ser inspirador y llevar a los católicos por una senda de compasión y misericordia. Pero entonces uno recuerda que es la cabeza de una institución rancia y anquilosada que no puede ser cambiada por un solo hombre. Una institución que ha encubierto los peores crímenes, ha apoyado dictaduras y mirado hacia otro lado cuando los perpetradores de atrocidades profesan la fe católica.

A veces de verdad parece que el papa Francisco, el Papacho, es el primer síntoma de un cambio profundo en la Iglesia Católica, de una apertura y una aceptación de los nuevos tiempos, de una actitud nueva hacia las mujeres o los homosexuales. Pero luego uno ve que la mayoría de sacerdotes siguen siendo intransigentes y energúmenos, que abrazan la corrupción, la mentira y la hipocresía mientras ven la paja en el ojo ajeno y siguen condenando al infierno a quienes no se ajustan a su moral caduca y discriminadora.

El Papacho tiene gestos de austeridad y de rechazo hacia el fasto y el derroche de la Iglesia, y parece que puede llevarla por una senda de humildad que le permita recordar su misión de ayuda a los pobres, a los olvidados, a quienes sufren lo indecible en una sociedad egoísta, ensimismada con el lujo y el consumo. Pero luego uno recuerda que hay cardenales con apartamentos descomunales, que el Banco Vaticano a menudo se ve envuelto en movimientos financieros de talante mafioso y que una de sus visitas cuesta una cantidad inverosímil de plata.

Habla el Papacho y de verdad parece que quiere cambiar a la Iglesia, pero luego uno se pregunta si no es nada más que una gran y brillante operación de relaciones públicas, un lavado de cara, un que cambie todo para que todo siga igual.

Yo no sé qué pensar, y solo el futuro nos dirá si el Papacho de verdad comenzó un cambio. Pero una cosa sí sé: si su visita a Colombia de verdad puede servir para que la gente replantee su actitud odiosa, si puede ayudar a darle legitimidad al proceso de paz, a que más gente vea con buenos ojos el hecho impresionante de haber podido convencer a las FARC de abandonar las armas y hacer política, si sus palabras de verdad pueden abrir la puerta para la reconciliación que tanto necesitamos, pues bienvenida sea.

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