Falcao en los ojos



Un gol es algo más que una pelota cruzando una raya.

Un partido ignoto, una corrida, una entrada, un chasquido, la tragedia. Falcao se perdió el mundial de Brasil hace cuatro años por una lesión en los ligamentos. Iba a ser su mundial. En lugar de eso encontró una ordalía.

Años de debacle, de brillo opacado. Muchos lo llamaron exjugador. Su carrera se desdibujaba, se deshacía en la bruma de la mala suerte y las malas decisiones.

Pero siguió. Entrenó, corrió, volvió. Con cada gol gritó que estaba vivo, que el punto final de su historia aún no estaba puesto, que todavía era un jugador de fútbol.

Y clasificó de nuevo a un mundial.

Eduardo Galeano lo escribió: "Dentro de algunos jugadores, juega un gentío. Algunos jugadores contienen inmensas multitudes, cuya dicha o desdicha depende de sus piernas. Y cuando los discriminados, los despreciados, los condenados al fracaso eterno se reconocen en el éxito de un héroe solitario, en sus triunfos late, de alguna manera, la esperanza colectiva".

Lo estábamos esperando. Lo anhelábamos, lo intuíamos. Así que cuando Quintero filtró el pase que dejó a Falcao de cara a la portería, nos empezamos a levantar del asiento. Corría él y corríamos nosotros, puños apretados, los segundos alargándose en la carrera. Falcao definió.

Gol. Los gritos, los saltos, los puños en alto, las lágrimas. Falcao se nos metió en los ojos.

¿Cuántas cosas caben en un gol? Caben los sueños de un niño, los esfuerzos de un hombre, las frustraciones del azar. En un gol caben el pasado, el futuro y la esperanza, caben aquellos que son capaces de levantarse luego de tropezar. En un gol caben la fe y la revancha. Caben millones de personas y cabe un hombre que se negó a abandonar.

Un gol es algo más que una pelota cruzando una raya.

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares