Roma



En La gran belleza, esa joya de Paolo Sorrentino, una monja anciana habla sobre la importancia de las raíces.

En Roma, Cuarón vuelve a sus raíces y sabe dar cuenta de la tristeza, la belleza, la tragedia y la alegría que tejen lo cotidiano, esa vida que se desenvuelve anónima y silenciosa pero se cruza con el estruendo de los acontecimientos, esa historia que hace parte de la Historia. Roma es nostalgia pero sin hacer concesiones; es Cleo, es la familia para la que trabaja y es México con sus convulsiones, sus amores, sus fiestas, sus divisiones, sus quiebres, sus condenas y sus redenciones. Ahí están los pequeños gestos, los sobreentendidos y las rabias que delatan el racismo, la doble moral, el clasismo. Un mundo donde el cariño también entiende de castas.

Qué difícil es contar sin enredarse en el discurso, sin ceder a la innecesaria grandilocuencia; contar con la sutileza que le da vida a los personajes, a los recuerdos. Creo que Cuarón ha logrado hacerlo.


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