No practicante
Ahora que también caí en el hechizo a precio razonable de Netflix me puse a ver Californication, una serie de hace años que nunca terminé de ver porque la quitaron del canal en que la daban o porque la pusieron a un horario imposible, ya no recuerdo.
Mientras veía un capítulo tras otro de Hank Moody conspirando contra sí mismo, me di cuenta de que sentía más ganas de beber alcohol (algo no muy bueno que digamos), pero también sentía ganas de sentarme a escribir.
Y pensé en el sentido, en el esfuerzo, en todos los intentos vanos, en las novelas y cuentos sin terminar reposando en archivos moribundos, en la frustración de un texto que no avanza, en este blog que no lee nadie. Me pregunté, como una noche en Cuba hace un par de meses mientras tomaba notas para una crónica de viaje que jamás voy a escribir, si tengo lo que se necesita, si de verdad tengo algo para contar y la habilidad necesaria para hacerlo, si tengo la energía para escribir en tiempo robado porque ya no tengo el coraje para abandonar la seguridad de un buen empleo.
¿Soy, como diría Hank Moody, un escritor no practicante?
¿Para qué sirve todo esto?
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