Para siempre

Termina donde comienza: al borde de esa vía ancha que lleva a las afueras de la ciudad, la vía por donde pasa la estrella, el colectivo que la lleva a su casa y se reconoce de lejos porque tiene una estrella roja de luz en el parabrisas. Ahí, en esa acera donde esperábamos juntos, abrazados; donde al principio tomé valor para decirle algo o darle un beso luego de juntar el coraje salido de unas cervezas; donde a menudo terminaban nuestros días juntos y donde brotan los recuerdos: los boleros en la noche, el beso para no dormir, las risas, el mar, su cabeza en mi hombro y la fortuna de proteger su sueño, su voz salvavidas, el terror de verla enferma, sus ojos diáfanos, la sensación de un futuro posible y la afirmación del poder del amor para detener una caída libre, su prodigiosa memoria musical de rocola humana, las cartas, los tragos juntos, las canciones bailadas, las epifanías solo posibles en las salas de cine y de teatro, los planes, el miedo, la depresión, las carcajadas, la esperanza.

Termina con la pesadilla que se hace carne: a veces el amor no basta. Con dos destinos que divergen sin quererlo, pero sin más opción. Con algo que se extravió en el camino. Con las simples cosas que devora el tiempo.

Termina donde comienza.

Con un te amo.

Como a nadie más.

Jamás.

Y para siempre.

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