Unidad
Leyendo a Javier Cercas encontré una idea que él, a su vez, toma de Faulkner: el pasado no es pasado. El pasado es una dimensión del presente.
Hace poco volví a esta idea mientras leía 1819. Campaña de la Nueva Granada, un estupendo libro de Daniel Gutiérrez Ardila. Allí el historiador recuerda el manifiesto que pronunció Francisco Antonio Zea cuando se proclamó la Ley Fundamental de la República y se disolvió el Congreso de Angostura, que se volvería a reunir en Cúcuta para apuntalar la obra de la independencia. En este manifiesto escribió Zea:
Pero ¿por qué fatalidad, por qué destino cruel este país, primero en el mundo físico, no sólo no es el primero, pero ni siquiera existe en el mundo político? Porque vosotros no lo habéis querido. Queredlo y está hecho. Decid: Colombia es; y Colombia será. Vuestra voluntad unánime, altamente pronunciada y firmemente decidida a sostener la obra de vuestra creación: nada más que nuestra voluntad se necesita en tan vasto y tan rico país para levantar un poderoso y colosal estado y asegurarle una existencia eterna, y una progresiva y rápida prosperidad.
Desde el comienzo anhelamos la unidad, la capacidad de trabajar juntos por un ideal, por un objetivo común. Pero aquí estamos doscientos años después sin lograrlo. Primero se desvaneció el sueño de esa gran república conformada por Venezuela, Nueva Granada y Quito: lo que debía ser Colombia. Pueblos que parecían destinados a la unión pronto tropezaron con la inercia de las diferencias. "Venezuela es un cuartel, Quito es un convento y la Nueva Granada una universidad", dicen que dijo Simón Bolívar.
Quedó este país con el nombre que debía ser para la gran república, incluso para el continente. Y se siguen oyendo con otras voces y en distintos tiempos las palabras de Zea, que siguen sin tener efecto, sin alcanzar la meta. Ni los objetivos más loables, ni la búsqueda de la paz y el esfuerzo por salir del tremedal sanguinario donde nos formamos como nación han logrado unirnos. Por dos siglos hemos oído los llamados a la unidad que hacen eco en el abismo.
Porque el pasado no es pasado. El pasado es una dimensión del presente.
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