Ventanas


A veces me paro en la sala a tomar tinto y a ver hacia afuera, allá donde están las otras ventanas, esas ventanas que guardan su ración de secretos humanos y dejan entrever la interminable variedad de la vida, como diría un Nick Carraway en proceso de embriagarse.

Por la calle pasa de vez en cuando un carro, un bus, los domiciliarios, la gente que rebusca, los lamentos de angustia y hambre. Es grande la suerte de estar a cubierto. La calle se vacía y vuelvo a las ventanas. A los anuncios de SE ARRIENDA que aumentan y detrás de su aspecto burocrático tal vez esconden la crisis y la pérdida. A los vecinos que se asoman a distraer el tedio y la zozobra. A las cortinas abiertas para que entre el sol y la gente aprovechando para recibir un poco de esa luz ahora escasa. A quienes tienen la vista fija en alguna pantalla, ya sea por ocio, por trabajo o por aburrimiento. A los que tratan de mantenerse activos y se ejercitan entre sus paredes. A los que barren, trapean y desinfectan para imponerle orden y limpieza a la falta de certezas. A las luces y las sombras tras los velos y las persianas, luces y sombras que hablan de actividad, de convivencia, de cansancio, de soledad, de paciencia, de aguante, de apatía, de ganas de rendirse, de esperanza. A las plantas en un alféizar como afirmación de la vida sobre la muerte.

Ver hacia afuera es ver hacia adentro. Nuestros mundos confinados, en su distancia insalvable, se parecen y se diferencian según el día, según la hora. Tratamos de llevar nuestras vidas enclaustradas sin abandonar del todo lo que fuimos. Le oponemos a la realidad un optimismo airado con pies de barro. Seguimos trabajando al borde del precipicio con el anhelo de superar este fin del mundo a plazos. Todo se derrumba pero hay que seguir pagando. Todavía creemos en el mañana aunque el futuro nunca ha sido tan irreal. Somos inercia frágil, temblorosa.

De alguna manera la "vida" sigue en las ventanas.

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