Tómame una foto así como que voy a dar un golpe de Estado


Los golpistas se tomaron fotos y grabaron videos como si se tratara de un paseo familiar a Washington, un picnic en el National Mall. ¿De qué sirve hacer la revolución si no te pueden dar corazones en Instagram? #Revolution #MAGA #StopTheSteal #QAnon #EarthIsFlat #NRA4Ever #ProudBoys #TheyWillNotReplaceUs. Mira, mamá, sin vacunas. Símbolos nazis y banderas confederadas marcharon dentro del Capitolio estadounidense para mantener a Donald Trump en el poder. Documentaron con un nivel de detalle propio del narcisismo del siglo XXI su intento de desconocer por medio de la violencia el resultado de unas elecciones democráticas. Lo agradece el FBI. 

Un putsch en la era de la selfie. Tituló El Tiempo: "Curiosidades que se vieron en asalto al Capitolio". ¿Cómo están celebrando en sus casas o donde se encuentren la banalización del fascismo?

Los trumpistas, zafios, cerriles y bestiales, son un blanco fácil para las burlas. Parecen salidos de los Beverly ricos, de un capítulo de Duck Dinasty o de Honey Boo Boo: se hizo famoso el hombre de los cuernos, el Picapiedra supremacista blanco. Creyentes en las conspiraciones más delirantes, racistas de documental histórico, abruman con su estupidez. También con su violencia. Serán payasos, pero payasos con rifles de asalto, organizaciones paramilitares y mentes absolutamente divorciadas de la realidad.

Merecen la mofa, seguro. Pero la caricatura se agota pronto y queda el horror: los fascistas en otras partes del mundo (el mundo es la esquina, la calle de enfrente, el parque de atrás) están viendo y aprendiendo, esperando su turno. La democracia puede morir al son de la música de Benny Hill.

No podemos esperar mucha ayuda de los medios en este caso: la cacería de clics privilegia la levedad. Tampoco de los intelectuales que ponen el derecho al discurso, sobre todo si es el propio, por encima de la vida amenazada de quienes son víctimas de las incitaciones a la violencia. Es el colmo que no dejen circular el Völkischer Beobachter. Preocupante que le cierren la cuenta a Millán Astray. Increíble que no dejen transmitir a Radio Télévision Libre des Mille Collines.

No estamos entendiendo la particularidad del fenómeno, la excepcionalidad (creo que plagié a Walter Benjamin ahí) del fascismo. Porque es fascismo, aunque ahora tenga nuevas caras y formas y modales, aunque parezca una opción más en el tarjetón o una trivialidad propia de la sección de entretenimiento. Nos estamos quedando con comodines analíticos como el de la polarización, un concepto cada vez más flojo y fantasmagórico, e ignoramos la creciente radicalización de la extrema derecha, producto de prejuicios arraigados, rabia, noticias falsas, teorías de la conspiración, anhelos dictatoriales y manipulación de la historia.

Las camisas negras se convierten en gorras rojas y nosotros seguimos creyendo en un devenir histórico sin reversa. El fascismo madrugó y nosotros seguimos dormidos. A ver si nos despertamos.



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