Festivo

Esa tarde, tarde de día festivo, debía ser tarde de trabajo. Sin embargo, al mediodía había logrado terminar lo que debía hacer.

Flotando en la alegría del ocio inesperado, me fui con un libro a la poltrona. Entonces, tras unos minutos de lectura, con la luz del sol entrando por la ventana e iluminando las líneas en la página, y el sabor del whisky tranquilizando el alma, me inundó una idea: sentí que estar ahí sentado leyendo era más importante que estar trabajando, que había más valor en esa ocupación inútil que en el conjunto de actividades conocido como "ganarse la vida".

Una ilusión, un instante. Reverberaciones de un destino a punto de desvanecerse. Paladeando ese momento de leve trascendencia, de serenidad feliz, empecé a redactar mentalmente estas líneas que no hacen justicia a la sensación que me asaltó en esa tarde festiva.

Seguí leyendo un par de horas. El tiempo para leer es un lujo indispensable. Quizás el único necesario.



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