La hora de Sísifo

«Los dioses condenaron a Sísifo a empujar eternamente una roca hasta lo alto de una montaña, desde donde la piedra volvía a caer por su propio peso. Pensaron, con cierta razón, que no hay castigo más terrible que el trabajo inútil y sin esperanza».

Albert Camus, El mito de Sísifo 

Habla Camus del momento en que Sísifo, extenuado por empujar la roca de su tormento hacia la cima, la ve rodar hacia abajo y se dispone a recomenzar su labor. Desciende sabiendo que debe empezar de nuevo. Esa, nos dice Camus, es la hora de la conciencia. Es el instante en que Sísifo es superior a su destino.

Tengo para mí que esa hora es el domingo por la tarde. La hora emo, la hora del vacío y la angustia porque se acabó un fin de semana más y se abre el abismo de la semana laboral. El sinsentido que lo inunda todo cuando el sol cae en el horizonte.

Viktor Frankl la llama "neurosis dominguera", y dice que se presenta por no tener nada que hacer. Algo similar pensaba Virginia Woolf: «No me gusta el domingo; lo mejor es convertirlo en día laborable...». Siendo, como soy, hincha furibundo del ocio, no puedo compartir esta opinión, y me parece bastante triste que el trabajo sea la única forma de darle sentido a la vida. Me siento más bien en la orilla contraria: es el trabajo el que causa esta agonía.

Quizás no sea el trabajo en sí mismo. Tal vez quienes logran ganar dinero con lo que les apasiona no experimentan este mal. No tengo una respuesta. Solo sé que hace tiempo la hora de Sísifo es muy difícil para mí.

Pero esa hora en que uno se hace consciente del absurdo, también es la de la rebeldía, de ese desprecio por el destino que da libertad. Así nos lo dice Camus. Perder la esperanza no es lo mismo que estar desesperado.

Es la hora de recordar todas esas veces que uno superó esa tarde penosa, que a pesar de las frustraciones y la tristeza siempre es posible atravesar ese momento. Volverá, sí: la piedra siempre cae de nuevo al infierno. Pero uno tiene la capacidad de volver a llevarla a la punta de la montaña. Aunque no hay escapatoria, es la hora para recordar que uno no puede todo lo quiere, pero puede más de lo que cree. 

Nada garantiza que las cosas van a mejorar. Sin embargo, podemos empujar la roca con el orgullo de sabernos capaces de hacerlo. Una y otra vez. Quizá en ese esfuerzo hay un sentido por comprender. Acaso sea una lucha fructífera.

Sísifo, de Tiziano

Comentarios

  1. Qué pajazo mental eso del orgullo para llevar la roca de nuevo. Debe de haber otra motivación.

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    1. Puede ser. Ojalá. Pero por el momento no logro encontrarla, y entre más viejo más me resigno a los juegos sin arte y los sudores sin fruto de los que hablaba García Lorca.

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