Tu salvaje y preciosa vida

Ya una vez escribí sobre los poderes salvavidas de la poesía, que es, como dijo Luis Cardoza y Aragón, la única prueba concreta de la existencia del hombre. A veces se olvida, pero resurge cuando uno menos la espera, cuando más la necesita.

Puede saltar del televisor una tarde de domingo, cuando uno intenta distraerse del abismo que se abre al comienzo de una nueva semana laboral. Así sucedió esta vez mientras veía Nyad, la película sobre la nadadora que logró cruzar los cientos de kilómetros de mar que separan a Cuba de Florida. En un punto, un libro de su madre muerta, o más bien de uno de sus vecinos en el ancianato, aparece como una señal providencial en un momento de insatisfacción con la vida. Es un libro de poemas de Mary Oliver. El poema es The Summer Day y su pregunta esencial y demoledora: Tell me, what is it you plan to do / with your one wild and precious life?

Dime, ¿qué planeas hacer con tu única, salvaje y preciosa vida?

Probablemente no es inteligente preguntarse eso un domingo por la tarde. Pero durante toda esa semana, otra más esperando a los tártaros, lo único que me sostuvo el espíritu fue la poesía de Mary Oliver. Los gansos salvajes y el mundo que se ofrece a la imaginación. La alegría que no está hecha para ser una migaja. El dios del placer y la buena suerte, de la vida feliz. Cuarenta años de blancas hojas de papel. ¿Quién no quiere al sol luego de un largo invierno? Las mandíbulas de la nada. La forma en que la muerte lo barre todo y lo convierte en un escombro gris antes de que la cámara siga adelante. ¿Quién hizo el mundo? ¿No muere todo al final y demasiado pronto?

Fui por la historia inspiradora de Diana Nyad y me reencontré con la poesía. La que cuece los garbanzos en la cocina. La que sostiene la vida misma.

Comentarios

Entradas populares