La libertad avanza que da miedo

Nos tocó la maldición de vivir tiempos interesantes, con el añadido de tener a hombres pequeños al frente de grandes acontecimientos, y de que su pequeñez no es óbice para que sean vanidosos, arrogantes y megalómanos.

Aquí tuvimos, por ejemplo, al expresimeme Iván Duque, ahora de vuelta en los titulares por ser víctima de su adorado Trump: los recortes del gobierno acabaron con el Wilson Center, hogar del "Centro Iván Duque para la Prosperidad y la Libertad y los Niños que No Saben Leer Bien y Quieren Aprender a Hacer Otras Cosas Bien También".

Argentina, por su parte, tiene ahora a alguien muy parecido: Javier Milei, un timador estridente que comenzó saliendo en televisión y terminó llegando a la Presidencia, porque, como escribió Luis Goytisolo, «la humanidad ha tenido épocas peores; tan boba como esta, nunca». Llegó, además, por el escenario imposible en el que se encontraban los argentinos, eligiendo entre ese payaso con motosierra en mano o el peronismo, ese animal extraño que sabe ocupar todo el ancho del espectro ideológico, sabe mutar y sobrevivir, y venía gobernando con una hiperinflación inverosímil, con una economía dantesca que le abrió espacio a la locura de Milei. Aunque los argentinos se han acostumbrado a vivir en medio de la crisis (más argentino que el choripán es tener una inflación desmesurada o un default cada veinte años), esta vez prefirieron el abismo libertario de la alharaca mileista.

Como político libertario, es tan o más corrupto que los demás. Ahí está el ejemplo de la estafa con criptomonedas que ayudó a impulsar. Lo que pasa es que los libertarios están más convencidos de su derecho a ser ricos, y de que los pobres merecen morir. Por eso la motosierra corta siempre las ramas de las que se sostienen los más débiles. La lucha contra «la casta» es un embuste: esa casta gobierna con él, y juntos están trabajando arduamente para darles más a los ricos y quitarles más a los pobres.

Entre las numerosas canalladas de su autoritarismo libertario cryptobro, quizás la peor es la de golpear ancianos pensionados que reclaman por sus derechos. Videos y videos de policías abusando de viejas y viejos reducidos a la pobreza por las políticas de Milei; llamando a los «zurdos» a enfrentarse a sus tanquetas para poder golpearlos; atropellando a todos y todo en nombre de la libertad que avanza.

Como decía Maradona, «tenés que ser muy cagón para no defender a los jubilados». Pero un libertario te dirá, ante las imágenes de ancianos golpeados por la policía antidisturbios, que lo que pasa es que el sistema pensional es insostenible. Su postura moral ante la realidad es la del marido que ante la llamada de su esposa diciéndole que tuvo un accidente automovilístico, lo primero que pregunta es qué le pasó al carro.

Qué importa un viejo o un pobre lesionado, mutilado o muerto. Aquí lo que importa es que nos dejen hacer plata. Harta y rápido. A costa de quien sea.

Milei, ese hombre pequeñito e inseguro que sale con cara de imbécil en todas las fotos solo por ocultar su papada, ese matón de colegio, ese arribista consumado, es la cara del espíritu de los tiempos y probablemente del futuro. Ya empiezan a surgir sus imitadores e imitadoras, tan risibles como él, pero no por eso menos peligrosos. Darían más risa si no dieran tanto miedo.

Ilustración de Shókar (Instagram)

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